4/06/2018, 12:31
Y Eri soltó las cadenas. Doro, confundido al principio, miró a la muchacha con los ojos abiertos en par en par, profundamente extrañado. Por su mente enseguida pasó la idea de escapar, pero no tardó en reparar en que si intentaba algo así no sólo volverían a capturarle sino que perdería cualquier oportunidad. Además...
Sus ojos se clavaron en la bolsa que la muchacha apretaba con fuerza contra su pecho, y el hombre tensó las mandíbulas, debatiéndose internamente en si abalanzarse sobre la muchacha o no.
Quizás si no hubiera estado el otro chico con su perro delante...
—No, queremos respuestas, ¿dónde está la pata ahora? —le interrogó la pelirroja, y Doro chasqueó la lengua, irritado—. ¿Por qué la robaste? ¿A quién? ¿Por qué no tenías elección? ¡Y me da igual cómo te pongas! Te vienes con nosotros a ver a Tsuwamono-san, ¡sin excusas!
—¡NO...! —comenzó a rogar de nuevo, pero cuando la kunoichi se acercó para tomarle del brazo, él se la sacudió de encima sin demasiado esfuerzo.
No dejaba de ser un guardia, después de todo.
—¿O prefieres ir atado? —le cuestionó, y el hombre apretó aún más los dientes.
—Mira, lo mejor será que cooperes, entonces podremos hablar de salvar parcialmente tu culo del castigo que está por caerte —intervino el chico del perro—. Pero si nos complicas la misión... No podremos ayudarte cuando la ira de la justicia caiga sobre ti.
Y en aquella ocasión apretó los nudillos hasta que le crujieron los huesos. Si tan solo tuviera su lanza...
—¡Maldita sea! ¡No entendéis nada! —les espetó, con los ojos húmedos—. ¡Necesito el dinero para poder vivir! ¿Creéis que el oficio de guarda del Museo de Taikarune está bien pagado? ¡Tono-sama lleva seis meses sin pagarnos! ¡He tenido que vender casi todas mis posesiones y apenas tengo dinero para comprarme comida o ropa! ¡No tenía elección! ¡Casi ganaba más cuando estaba pidiendo en la calle antes de aceptar ese maldito trabajo! ¡NO TENÍA ELECCIÓN! —repitió, con toda la desesperación de un hombre roto—. Por favor... de verdad... puedo... puedo pagaros... pero no me llevéis ante aquel hombre de nuevo...
Sus ojos se clavaron en la bolsa que la muchacha apretaba con fuerza contra su pecho, y el hombre tensó las mandíbulas, debatiéndose internamente en si abalanzarse sobre la muchacha o no.
Quizás si no hubiera estado el otro chico con su perro delante...
—No, queremos respuestas, ¿dónde está la pata ahora? —le interrogó la pelirroja, y Doro chasqueó la lengua, irritado—. ¿Por qué la robaste? ¿A quién? ¿Por qué no tenías elección? ¡Y me da igual cómo te pongas! Te vienes con nosotros a ver a Tsuwamono-san, ¡sin excusas!
—¡NO...! —comenzó a rogar de nuevo, pero cuando la kunoichi se acercó para tomarle del brazo, él se la sacudió de encima sin demasiado esfuerzo.
No dejaba de ser un guardia, después de todo.
—¿O prefieres ir atado? —le cuestionó, y el hombre apretó aún más los dientes.
—Mira, lo mejor será que cooperes, entonces podremos hablar de salvar parcialmente tu culo del castigo que está por caerte —intervino el chico del perro—. Pero si nos complicas la misión... No podremos ayudarte cuando la ira de la justicia caiga sobre ti.
Y en aquella ocasión apretó los nudillos hasta que le crujieron los huesos. Si tan solo tuviera su lanza...
—¡Maldita sea! ¡No entendéis nada! —les espetó, con los ojos húmedos—. ¡Necesito el dinero para poder vivir! ¿Creéis que el oficio de guarda del Museo de Taikarune está bien pagado? ¡Tono-sama lleva seis meses sin pagarnos! ¡He tenido que vender casi todas mis posesiones y apenas tengo dinero para comprarme comida o ropa! ¡No tenía elección! ¡Casi ganaba más cuando estaba pidiendo en la calle antes de aceptar ese maldito trabajo! ¡NO TENÍA ELECCIÓN! —repitió, con toda la desesperación de un hombre roto—. Por favor... de verdad... puedo... puedo pagaros... pero no me llevéis ante aquel hombre de nuevo...