6/09/2015, 21:16
Kaido podía sentir el miedo que generaba su presencia. Y es que aunque la chica no saliera despavorida en la búsqueda de un lugar seguro, se veía en sus gestos la incomodidad que generaba el lento acercamiento del propio tiburón. Quizás pensaba que como hacía la bestia marina afín en su hábitat natural, él le estaba acechando, paciente y expectante, hasta encontrar el momento oportuno de poder clavar sus fauces en la mismísima yugular. Pero nada más alejado de la realidad, desde luego. Al menos en ese instante, porque si de mordidas se trataba, Kaido era perfectamente capaz de emular a su calado animal en ese tipo de menesteres.
Sin embargo, el Gyojin comprendía su reacción. Incluso pudo haberle aplaudido por mantenerse allí, erguida y dispuesta a ver que sucedía; pero él no era de los que expresaba ese tipo de reconocimientos tan fácil. Así pues, aquel gesto en el que la muchacha apretó su bandana le hizo comprender que, aunque el miedo fuera fortuito y palpable, no se iba a retirar así como así.
No sin ofenderle, o parecer una debilucha asustadiza, al menos. Y si algo es sabido es que los debiluchos no tienen lugar en la grandiosa aldea de la lluvia.
El Hozuki observó fijamente a la muchacha durante aquellos cortos segundos secundados por su propia dubitativa. Aunque finalmente, Ayame decidió devolver el saludo y estrechó su mano durante el más breve tiempo que fuera posible. Kaido no pudo hacer más que soltar una ligera risotada, aunque eran sus pequeños dientes afilados los que daban la impresión que en cualquier momento iba a meterle un bocado a alguien.
Puso sus manos nuevamente en los bolsillos, continuó observándola un par de segundos más hasta que finalmente rompió el silencio con su intervención.
—Y bien, Ayame-chan... ¿qué te trae por estos lares? —comentó, risueño—. ¿Has venido a darte un chapuzón en el lago? —se dio media vuelta y observó la calma con la que reposaba la superficie, aunque de tanto en vez se veía perturbada por las constantes gotas de agua que caían desde el cielo—.si es así, te recomiendo tener mucho cuidado. Mis amigos de allí abajo no tienen mucho aprecio por los que vienen de la superficie —mintió, aunque no esperaba que nadie creyera su inexistente anécdota.
»Es broma, es broma. Allí no hay más que algas y peces inofensivos. Aunque el agua está jodidamente fría, eso sí.
Hablaba desde la experiencia propia, desde luego.
Sin embargo, el Gyojin comprendía su reacción. Incluso pudo haberle aplaudido por mantenerse allí, erguida y dispuesta a ver que sucedía; pero él no era de los que expresaba ese tipo de reconocimientos tan fácil. Así pues, aquel gesto en el que la muchacha apretó su bandana le hizo comprender que, aunque el miedo fuera fortuito y palpable, no se iba a retirar así como así.
No sin ofenderle, o parecer una debilucha asustadiza, al menos. Y si algo es sabido es que los debiluchos no tienen lugar en la grandiosa aldea de la lluvia.
El Hozuki observó fijamente a la muchacha durante aquellos cortos segundos secundados por su propia dubitativa. Aunque finalmente, Ayame decidió devolver el saludo y estrechó su mano durante el más breve tiempo que fuera posible. Kaido no pudo hacer más que soltar una ligera risotada, aunque eran sus pequeños dientes afilados los que daban la impresión que en cualquier momento iba a meterle un bocado a alguien.
Puso sus manos nuevamente en los bolsillos, continuó observándola un par de segundos más hasta que finalmente rompió el silencio con su intervención.
—Y bien, Ayame-chan... ¿qué te trae por estos lares? —comentó, risueño—. ¿Has venido a darte un chapuzón en el lago? —se dio media vuelta y observó la calma con la que reposaba la superficie, aunque de tanto en vez se veía perturbada por las constantes gotas de agua que caían desde el cielo—.si es así, te recomiendo tener mucho cuidado. Mis amigos de allí abajo no tienen mucho aprecio por los que vienen de la superficie —mintió, aunque no esperaba que nadie creyera su inexistente anécdota.
»Es broma, es broma. Allí no hay más que algas y peces inofensivos. Aunque el agua está jodidamente fría, eso sí.
Hablaba desde la experiencia propia, desde luego.