13/06/2018, 22:39
Akame se sorprendió al escuchar cómo hablaba su Hermano acerca del joven genin de la Lluvia. Ya era raro que Datsue calificase a alguien de otra Aldea —incluso de la propia— en términos tan nobles, más aún que se arrepintiese de haberle dado por saco. Sin embargo, la idea de que todo aquello no fuese más que otra mascarada ni siquiera cruzó la mente de Akame. El rostro de su compañero de vivencias dejaba pocas dudas acerca de lo en serio que se estaba tomando el asunto.
¡Y no era para menos! Akame estaba a punto de averiguar el alcance real de aquel incidente.
Los ojos del mayor de los Uchiha siguieron un momento el solitario vuelo de la capa de viaje de Datsue mientras se precipitaba, dando vueltas en el aire presa de las ráfagas de viento que se iban levantando, en caída libre hacia las frías aguas del lago. Cuando Akame volvió la vista hacia su amigo, lo que vió le dejó casi tan desolado como a Datsue.
«Le han... Le han degradado», entendió el ahora único jōnin de los Hermanos del Desierto.
Por su mente pasó un torbellino de recuerdos, ideas y sentimientos que sólo gracias a la coraza que se había construído con años de censurar la expresión de sus propias emociones pudo mitigar. Se acordó de lo sucedido durante Los Hilos del Mundo, cuando Zoku les tomó como rehenes y jinchuurikis al mismo tiempo. Rememoró las dificultades que pasaron en su primera misión de rango C, los duros entrenamientos de Raito y el desmedidamente difícil examen de ascenso a chuunin.
Y, por último, la confianza sincera que Sarutobi Hanabi había depositado en ellos al nombrarlos jōnin del Remolino. Una confianza que —por mucho que le doliese al propio Akame aceptarlo— Datsue había traicionado.
—Yo... Yo... —el Uchiha estaba sin palabras—. Pero... Somos los Hermanos del Desierto... Nosotros... ¡Nosotros salvamos Uzushiogakure no Sato! Eso tiene que contar para algo, ¿no? —cuestionó Akame, desesperado—. Pero...
Abatido, Akame dejó salir un profundo suspiro.
—No debiste hacerlo.
Aquellas eran probablemente las últimas palabras que Datsue quería oír, pero Akame y sus nulas habilidades sociales no discriminaban entre personas o momentos.
¡Y no era para menos! Akame estaba a punto de averiguar el alcance real de aquel incidente.
Los ojos del mayor de los Uchiha siguieron un momento el solitario vuelo de la capa de viaje de Datsue mientras se precipitaba, dando vueltas en el aire presa de las ráfagas de viento que se iban levantando, en caída libre hacia las frías aguas del lago. Cuando Akame volvió la vista hacia su amigo, lo que vió le dejó casi tan desolado como a Datsue.
«Le han... Le han degradado», entendió el ahora único jōnin de los Hermanos del Desierto.
Por su mente pasó un torbellino de recuerdos, ideas y sentimientos que sólo gracias a la coraza que se había construído con años de censurar la expresión de sus propias emociones pudo mitigar. Se acordó de lo sucedido durante Los Hilos del Mundo, cuando Zoku les tomó como rehenes y jinchuurikis al mismo tiempo. Rememoró las dificultades que pasaron en su primera misión de rango C, los duros entrenamientos de Raito y el desmedidamente difícil examen de ascenso a chuunin.
Y, por último, la confianza sincera que Sarutobi Hanabi había depositado en ellos al nombrarlos jōnin del Remolino. Una confianza que —por mucho que le doliese al propio Akame aceptarlo— Datsue había traicionado.
—Yo... Yo... —el Uchiha estaba sin palabras—. Pero... Somos los Hermanos del Desierto... Nosotros... ¡Nosotros salvamos Uzushiogakure no Sato! Eso tiene que contar para algo, ¿no? —cuestionó Akame, desesperado—. Pero...
Abatido, Akame dejó salir un profundo suspiro.
—No debiste hacerlo.
Aquellas eran probablemente las últimas palabras que Datsue quería oír, pero Akame y sus nulas habilidades sociales no discriminaban entre personas o momentos.