15/06/2018, 19:16
Al ataque de Akame le siguió una defensa apurada de Datsue, que además de inefectiva le reveló a su compadre cómo de hasta las trancas estaba por Aiko. El mayor de los Uchiha quiso negar con la cabeza, bufar y reprenderle de nuevo por hacer algo tan irresponsable como enamorarse de una kunoichi extranjera —claro que él lo había hecho con una de su propia Villa, pero su cerebro omitió convenientemente el detalle—.
Sin embargo, por nada del mundo Akame se hubiese esperado lo que iba a venir a continuación. No sólo fue un relato, fue una sucesión de eventos que, por su secuencia en el tiempo y por los personajes a los que implicaba, Akame no tuvo dificultades en hilar con algo que el propio Keisuke le había contado tiempo atrás. Entonces, aquella parte de su cerebro, aquel pequeño mecanismo que llevaba un rato intentando girar, lo hizo.
«A, B y C...»
Pese a que Datsue estaba poniéndose furioso y melodramático a partes iguales, sus palabras no tuvieron en Akame el efecto que él hubiese esperado —o deseado—. Porque el jōnin conocía la versión extendida de la historia; ahora sí. Ahora sabía que Aiko había sido castigada por su insubordinación y falta de respeto frente a la propia Arashikage, que Mogura había sido un mando débil e incapaz de poner a raya a sus inferiores y que Keisuke había vivido para contar aquella historia.
Deseó no haberlo sabido. Hubiera sido mucho más fácil comprarle aquel desgarrador relato de traición y crueldad injustificada, de amor pérdida, a Datsue. Todo habría sido más sencillo. Pero no podía; él sabía la verdad, y no pensaba dejar que su compadre y Hermano perdiera más de lo que ya le habían quitado en la vana persecución de un objetivo inalcanzable.
—Conozco la historia —replicó al fin, firme, duro, insensible—. Aiko fue castigada por insubordinarse, por faltar al respeto a un superior y a su propia Kage. No hubo puñales ni traiciones, compadre, ella misma se lo buscó bien buscado.
Akame sabía que aquello sería como un jarro de agua fría para su amigo, pero a aquellas alturas le daba igual. Quería pararle los pies antes de que cogiese demasiada carrerilla.
—Fue castigada de acorde al mandato de la Arashikage, que es el último y el que importa al final en la Lluvia —entonces se cruzó de brazos—. No vas a rescatar a nadie.
Sin embargo, por nada del mundo Akame se hubiese esperado lo que iba a venir a continuación. No sólo fue un relato, fue una sucesión de eventos que, por su secuencia en el tiempo y por los personajes a los que implicaba, Akame no tuvo dificultades en hilar con algo que el propio Keisuke le había contado tiempo atrás. Entonces, aquella parte de su cerebro, aquel pequeño mecanismo que llevaba un rato intentando girar, lo hizo.
«A, B y C...»
Pese a que Datsue estaba poniéndose furioso y melodramático a partes iguales, sus palabras no tuvieron en Akame el efecto que él hubiese esperado —o deseado—. Porque el jōnin conocía la versión extendida de la historia; ahora sí. Ahora sabía que Aiko había sido castigada por su insubordinación y falta de respeto frente a la propia Arashikage, que Mogura había sido un mando débil e incapaz de poner a raya a sus inferiores y que Keisuke había vivido para contar aquella historia.
Deseó no haberlo sabido. Hubiera sido mucho más fácil comprarle aquel desgarrador relato de traición y crueldad injustificada, de amor pérdida, a Datsue. Todo habría sido más sencillo. Pero no podía; él sabía la verdad, y no pensaba dejar que su compadre y Hermano perdiera más de lo que ya le habían quitado en la vana persecución de un objetivo inalcanzable.
—Conozco la historia —replicó al fin, firme, duro, insensible—. Aiko fue castigada por insubordinarse, por faltar al respeto a un superior y a su propia Kage. No hubo puñales ni traiciones, compadre, ella misma se lo buscó bien buscado.
Akame sabía que aquello sería como un jarro de agua fría para su amigo, pero a aquellas alturas le daba igual. Quería pararle los pies antes de que cogiese demasiada carrerilla.
—Fue castigada de acorde al mandato de la Arashikage, que es el último y el que importa al final en la Lluvia —entonces se cruzó de brazos—. No vas a rescatar a nadie.