16/06/2018, 01:15
Estocada, finta, paso atrás y vuelta a la posición de guardia. Avance diagonal, arma en ristre, tajo a la muñeca hábil del contrario.
El duelo dialéctico de los Hermanos del Desierto seguía su curso, y ninguno de los dos parecía saber muy bien cómo sobrellevarlo. Habían discutido infinidad de veces —hasta llegar a las manos, incluso— y habían terminado en el hospital por su imprudencia. Pero también habían vivido más aventuras juntos de las que podían contar, habían aprendido a confiar el uno en el otro y a arriesgar la vida por el compadre si hacía falta. Disentir de una forma tan visceral era algo a lo que no estaban acostumbrados, y se notaba.
Akame encajó la respuesta de su Hermano con los labios apretados y las manos, cruzadas, en la espalda. Parecía una estatua.
—Estarías muerto si te hubieses quedado —sentenció el Uchiha—. Hiciste lo correcto. Sobreviviste.
Parecía que hubiese tenido que sacar aquellas palabras de lo más profundo de su ser con un sacacorchos. Ni siquiera miraba a Datsue, sino que sus ojos negros estaban perdidos en algún punto del suelo entre ambos. Su rostro, carente de expresión excepto por un ligero tembleque en el labio superior.
—Suicidándote no vas a solucionar nada —agregó, luego, seco como un trozo de cuero—. No hay forma alguna de que pued...
Pero entonces Datsue le interrumpió, sacando —por segunda vez— un doloroso recuerdo para lanzárselo a la cara a su Hermano. Akame calló de repente. Se le estaba agotando la paciencia.
—¿Desde cuando cuestionas tanto mis decisiones? —replicó, ácido, incapaz de contenerse—. La muerte me es muy familiar, Uchiha Datsue. ¿Sabes cuántos veteranos quedan de mi promoción? —levantó unos pocos dedos de una mano—. He visto morir a demasiados amigos... No me des malditas lecciones.
El duelo dialéctico de los Hermanos del Desierto seguía su curso, y ninguno de los dos parecía saber muy bien cómo sobrellevarlo. Habían discutido infinidad de veces —hasta llegar a las manos, incluso— y habían terminado en el hospital por su imprudencia. Pero también habían vivido más aventuras juntos de las que podían contar, habían aprendido a confiar el uno en el otro y a arriesgar la vida por el compadre si hacía falta. Disentir de una forma tan visceral era algo a lo que no estaban acostumbrados, y se notaba.
Akame encajó la respuesta de su Hermano con los labios apretados y las manos, cruzadas, en la espalda. Parecía una estatua.
—Estarías muerto si te hubieses quedado —sentenció el Uchiha—. Hiciste lo correcto. Sobreviviste.
Parecía que hubiese tenido que sacar aquellas palabras de lo más profundo de su ser con un sacacorchos. Ni siquiera miraba a Datsue, sino que sus ojos negros estaban perdidos en algún punto del suelo entre ambos. Su rostro, carente de expresión excepto por un ligero tembleque en el labio superior.
—Suicidándote no vas a solucionar nada —agregó, luego, seco como un trozo de cuero—. No hay forma alguna de que pued...
Pero entonces Datsue le interrumpió, sacando —por segunda vez— un doloroso recuerdo para lanzárselo a la cara a su Hermano. Akame calló de repente. Se le estaba agotando la paciencia.
—¿Desde cuando cuestionas tanto mis decisiones? —replicó, ácido, incapaz de contenerse—. La muerte me es muy familiar, Uchiha Datsue. ¿Sabes cuántos veteranos quedan de mi promoción? —levantó unos pocos dedos de una mano—. He visto morir a demasiados amigos... No me des malditas lecciones.