18/06/2018, 17:00
Uchiha Akame entornó los ojos, examinando a su compañero con una mezcla de sorpresa y prudencia. Nunca había visto a Datsue tan serio; sí que le había visto enfadado, furioso, triste, decepcionado. Pero nunca tan serio. Era una seriedad sorda, dura como los barrotes de una celda, insondable como las profundidades del mar.
«No hagas esto, Datsue-kun... No lo hagas.»
Cuando el menor de los Hermanos del Desierto habló, Akame tuvo que contener un temblor que le subió por la espalda. No era miedo ni nerviosismo, sino un vértigo atroz, de ese que uno siente cuando se asoma por el borde de un acantilado cuyo fondo la vista no alcanzar ni a intuir. Sus ojos, clavados en los de Datsue, se dieron cuenta de repente que el Sharingan estaba activo en los del ahora genin. Una declaración de intenciones.
«No hagas esto...»
El jōnin se cuadró en el sitio.
—Uchiha Datsue, vuelve inmediatamente a Uzushiogakure no Sato. Estás bajo arresto domiciliario hasta nuevo aviso —anunció, apretando los puños—. Es una orden.
«No hagas esto, Datsue-kun... No lo hagas.»
Cuando el menor de los Hermanos del Desierto habló, Akame tuvo que contener un temblor que le subió por la espalda. No era miedo ni nerviosismo, sino un vértigo atroz, de ese que uno siente cuando se asoma por el borde de un acantilado cuyo fondo la vista no alcanzar ni a intuir. Sus ojos, clavados en los de Datsue, se dieron cuenta de repente que el Sharingan estaba activo en los del ahora genin. Una declaración de intenciones.
«No hagas esto...»
El jōnin se cuadró en el sitio.
—Uchiha Datsue, vuelve inmediatamente a Uzushiogakure no Sato. Estás bajo arresto domiciliario hasta nuevo aviso —anunció, apretando los puños—. Es una orden.