18/06/2018, 22:05
Supo que algo andaba mal cuando Datsue se ofreció, sumiso, a ser detenido. Cuando le llamó por su apellido, utilizando un formalismo cargado de retranca. Cuando en una de sus manos apareció un kunai, y ante los ojos negros y sorprendidos de Akame, su Hermano del Desierto le apuñaló con brutalidad justo en el pecho. Justo en el corazón.
Pero había algo que Datsue no había aprendido en su vida como ninja. Algo que Akame había enseñado a otro Uchiha —Ralexion—, tiempo atrás y en un lugar muy lejano.
Cuando quieras matar con rapidez, apunta al cuello.
Mientras la sangre brotaba a borbotones del pecho de Akame y su rostro descompuesto en una mueca de confusión miraba a su Hermano con las últimas fuerzas que le quedaban, el Uchiha trataba de agarrar la muñeca derecha de Datsue con su propia diestra, con movimientos torpes y desesperados. Tras varios intentos lo consiguió, y entonces sus ojos se volvieron rojos como la sangre que le manaba de la horrorosa herida.
—Datsue... kun —masculló con un hilo de voz.
Sus dedos se cerraron en torno a la muñeca de Datsue, y Akame tiró hacia afuera para sacar el kunai de su herida. Con inusitada fuerza, el mayor de los Hermanos del Desierto forzó a su compañero a colocarle el filo justo en el cuello. Un simple movimiento por parte de cualquiera de los dos, y el afilado acero cortaría totalmente la garganta de Akame.
—¿Quieres matarme, Datsue?
De repente, la voz de Akame no sonaba como la de un chico en sus últimos estertores. No, había cobrado fuerza y potencia, y una gravedad inusitada. Parecía que un volcán estuviera a punto de hacer erupción dentro del Uchiha, transmitiendo la intensidad de su fuego abrasador a su propia garganta.
—¿Vas a acabar con todo por una chica?
Sus ojos ya no sólo reflejaban el Sharingan, sino que parecían dos brasas ardientes que se clavaban en la cabeza de Datsue. No sólo en su cráneo, sino también en su mente, quemándole, prendiendo fuego a todo lo que allí había. Calcinando hasta el último rincón, hasta el baúl más remoto donde el joven genin guardaba sus secretos más preciados. Todo, en llamas.
—¿Vas a joderlo todo por Aiko? ¿Porque ella fue castigada? —la voz de Akame retumbó en los oídos de su Hermano, lacerante—. ¿Que te he roto el corazón, Hermano? ¿A cuántas personas hemos asesinado, matado, calcinado, torturado, engañado, chantajeado, amenazado, secuestrado? —a medida que Akame iba enumerando las "proezas" de los Hermanos del Desierto, todo alrededor de ambos empezaba a arder, convertido en simples cenizas—. ¿¡Cuántas familias destrozadas, cuantas viudas dejamos a nuestro paso, cuantas nuevas tumbas en el cementerio!?
Apretó todavía más su agarre sobre la muñeca de Datsue, lo que provocó que el kunai le empezara a cortar la piel de la garganta, dejando correr un fino hilo de sangre. El solo tacto de sus dedos quemaba al menor de los Uchiha como un hierro al rojo vivo.
—Si quieres matarme, hazlo. Pero, al menos, que sea por una razón putamente honesta.
»¡Una razón a la altura de personas como nosotros, que hemos entendido la verdadera crueldad de este mundo!
Pero había algo que Datsue no había aprendido en su vida como ninja. Algo que Akame había enseñado a otro Uchiha —Ralexion—, tiempo atrás y en un lugar muy lejano.
Cuando quieras matar con rapidez, apunta al cuello.
Mientras la sangre brotaba a borbotones del pecho de Akame y su rostro descompuesto en una mueca de confusión miraba a su Hermano con las últimas fuerzas que le quedaban, el Uchiha trataba de agarrar la muñeca derecha de Datsue con su propia diestra, con movimientos torpes y desesperados. Tras varios intentos lo consiguió, y entonces sus ojos se volvieron rojos como la sangre que le manaba de la horrorosa herida.
—Datsue... kun —masculló con un hilo de voz.
Sus dedos se cerraron en torno a la muñeca de Datsue, y Akame tiró hacia afuera para sacar el kunai de su herida. Con inusitada fuerza, el mayor de los Hermanos del Desierto forzó a su compañero a colocarle el filo justo en el cuello. Un simple movimiento por parte de cualquiera de los dos, y el afilado acero cortaría totalmente la garganta de Akame.
—¿Quieres matarme, Datsue?
De repente, la voz de Akame no sonaba como la de un chico en sus últimos estertores. No, había cobrado fuerza y potencia, y una gravedad inusitada. Parecía que un volcán estuviera a punto de hacer erupción dentro del Uchiha, transmitiendo la intensidad de su fuego abrasador a su propia garganta.
—¿Vas a acabar con todo por una chica?
Sus ojos ya no sólo reflejaban el Sharingan, sino que parecían dos brasas ardientes que se clavaban en la cabeza de Datsue. No sólo en su cráneo, sino también en su mente, quemándole, prendiendo fuego a todo lo que allí había. Calcinando hasta el último rincón, hasta el baúl más remoto donde el joven genin guardaba sus secretos más preciados. Todo, en llamas.
—¿Vas a joderlo todo por Aiko? ¿Porque ella fue castigada? —la voz de Akame retumbó en los oídos de su Hermano, lacerante—. ¿Que te he roto el corazón, Hermano? ¿A cuántas personas hemos asesinado, matado, calcinado, torturado, engañado, chantajeado, amenazado, secuestrado? —a medida que Akame iba enumerando las "proezas" de los Hermanos del Desierto, todo alrededor de ambos empezaba a arder, convertido en simples cenizas—. ¿¡Cuántas familias destrozadas, cuantas viudas dejamos a nuestro paso, cuantas nuevas tumbas en el cementerio!?
Apretó todavía más su agarre sobre la muñeca de Datsue, lo que provocó que el kunai le empezara a cortar la piel de la garganta, dejando correr un fino hilo de sangre. El solo tacto de sus dedos quemaba al menor de los Uchiha como un hierro al rojo vivo.
—Si quieres matarme, hazlo. Pero, al menos, que sea por una razón putamente honesta.
»¡Una razón a la altura de personas como nosotros, que hemos entendido la verdadera crueldad de este mundo!