19/06/2018, 00:22
(Última modificación: 19/06/2018, 17:08 por Uchiha Datsue.
Razón: El Arashikage era hombre, no mujer...
)
La sangre de su Hermano, viscosa y caliente, bañando sus manos. Corriendo por sus dedos, por los de él, por toda la cabeza del antiguo Arashikage. En aquel lugar tan emblemático, donde tres Kages de distintas Villas se habían unido por una causa común, dos hermanos se divorciaban. Estallaba entre ellos una guerra civil.
El cielo encapotado, anunciando tormenta. Llevaba anunciándola desde hacía horas. Y aún así, todavía no había caído el primer rayo. Curioso.
Contempló a su antiguo Hermano, moribundo, clavándole las uñas en la muñeca. Forcejeando. Convulsionando entre esputos de sangre. Verlo así le partía el corazón. Su mano se vio arrastrada entonces a la garganta de Akame. Sorprendido y confuso a partes iguales, observó cómo la punta de su kunai acariciaba como el beso de una serpiente la carótida del mayor de los Uchiha.
Akame preguntó; él calló. No estaba preparado para responder.
Akame volvió a preguntar. Él, volvió a callar. No quería responder. Ni a él, ni a sí mismo.
Ardía. Un fuego que penetraba hasta lo más profundo de su ser. Un fuego que lo envolvía todo. Creyó ver una silueta entre las llamas. Una vieja conocida. Una antigua socia. A medida que Akame hablaba, las llamas de su alrededor iban formando nuevas figuras. Akame también las vio. Gritaban de horror. Chillaban de forma tan aguda que apuñalaban los oídos de ambos.
«¡¡FUERA!!!» ¡No!, oyó en su interior, con todavía más fuerza. Abraza el dolor, le susurró al oído una voz extraña. ¿Acaso no era él responsable de todo aquello? ¿Acaso no formaba parte de ello? ¿Acaso no lo estaba creando él mismo?
Cerró los ojos, y se dejó abrazar por el fuego. Y él le devolvió el abrazo.
Abrió los ojos. Vio a Aiko entre las llamas. Le llamaba.
Akame vio entonces a su amada. A Koko. Alzaba una mano. También le llamaba.
Entonces, tras una sonrisa quebrada, ambas ardían por su propio fuego.
Cuánto había aprendido de Shukaku.
—¿Quieres una respuesta a la altura? ¿Honesta? —Como si estuviesen echando gotitas de oro en su pupila, el ojo izquierdo de Datsue empezó a volverse dorado—. Estoy cansado, como tú también lo estás, de perder a los míos.
»Pero, más que eso. Estoy cansado de mí. Harto —le temblaba la voz y hablaba despacio, como si le costase vocalizar. Como si en cualquier momento fuese a romperse—. Harto de joder a los que quiero. De darles la espalda cuando las cosas se ponen feas. Harto de encerrarme en mí mismo para no sentir. Para no sufrir. Harto de hacer como que todo me resbala. Quiero sentir, Akame. —Las lágrimas empañaban sus pupilas. Una, normal. La otra, con forma de estrella—. Quiero amar. ¡Quiero vivir!
Las aspas giraban alrededor de su pupila estrellada. Aquel ojo miraba a Akame con ansia. Como si estuviese hambriento y él fuese su cena. El otro, con un profundo dolor.
—¡Estoy harto de lo que soy, Akame, esa es la jodida verdad! —estalló, y tuvo que contenerse para no dejar salir el súbito poder que inundaba sus venas. Porque la sangre había dejado de correr por ellas. Ahora era algo mucho más cálido, explosivo e intenso que el fuego de Amateratsu. Era el poder de un Dios—. Y es por eso que hoy no te mataré… —A cada palabra que soltaba, su voz se iba volviendo más gutural. Más rota y profunda—. Hoy mataré a Datsue el Intrépido. Y a ti…
»¡JIAJIAJIA!
Hizo una mueca difícilmente descrita como una sonrisa, pese a que la comisura de sus labios se había estirado hacia ambos lados. Era tan suculento… Tan suculento… Pero debía resistirse. Cortó en seco la carcajada que le había invadido.
—A ti… —su voz era ahora un torrente de agua contenido por un embalse con tres palos mal puestos. Dio un manotazo, librándose de la mano abrasadora de su compadre—. ¡A ti te abriré la puta cabeza! —Al final pasó lo que tenía que pasar. El pobre embalse se vino abajo—. ¡Y te arrancaré del cerebro lo que ha pasado aquí con el Sennō Sōsa no Jutsu! ¡Para que dejes de interponerte en mi camino!
»¡¡¡GRROOOOOOAAAAAAAAAAAAAAARRR!!!
Un bramido de otro mundo impactó con la fuerza de un martillo en el cuerpo de Akame.
Al mismo tiempo, Raijin empezó a tocar su tambor. Una dulce melodía. La misma que había tocado cuando Amateratsu se había enfrentado a Susano'o. Se vio una luz. El primer rayo cayendo. El estruendo del trueno retumbando en las piedras de los tres grandes Kages...
Sí. La tormenta había comenzado.
El cielo encapotado, anunciando tormenta. Llevaba anunciándola desde hacía horas. Y aún así, todavía no había caído el primer rayo. Curioso.
Contempló a su antiguo Hermano, moribundo, clavándole las uñas en la muñeca. Forcejeando. Convulsionando entre esputos de sangre. Verlo así le partía el corazón. Su mano se vio arrastrada entonces a la garganta de Akame. Sorprendido y confuso a partes iguales, observó cómo la punta de su kunai acariciaba como el beso de una serpiente la carótida del mayor de los Uchiha.
Akame preguntó; él calló. No estaba preparado para responder.
Akame volvió a preguntar. Él, volvió a callar. No quería responder. Ni a él, ni a sí mismo.
Ardía. Un fuego que penetraba hasta lo más profundo de su ser. Un fuego que lo envolvía todo. Creyó ver una silueta entre las llamas. Una vieja conocida. Una antigua socia. A medida que Akame hablaba, las llamas de su alrededor iban formando nuevas figuras. Akame también las vio. Gritaban de horror. Chillaban de forma tan aguda que apuñalaban los oídos de ambos.
«¡¡FUERA!!!» ¡No!, oyó en su interior, con todavía más fuerza. Abraza el dolor, le susurró al oído una voz extraña. ¿Acaso no era él responsable de todo aquello? ¿Acaso no formaba parte de ello? ¿Acaso no lo estaba creando él mismo?
Cerró los ojos, y se dejó abrazar por el fuego. Y él le devolvió el abrazo.
Abrió los ojos. Vio a Aiko entre las llamas. Le llamaba.
Akame vio entonces a su amada. A Koko. Alzaba una mano. También le llamaba.
Entonces, tras una sonrisa quebrada, ambas ardían por su propio fuego.
Cuánto había aprendido de Shukaku.
—¿Quieres una respuesta a la altura? ¿Honesta? —Como si estuviesen echando gotitas de oro en su pupila, el ojo izquierdo de Datsue empezó a volverse dorado—. Estoy cansado, como tú también lo estás, de perder a los míos.
»Pero, más que eso. Estoy cansado de mí. Harto —le temblaba la voz y hablaba despacio, como si le costase vocalizar. Como si en cualquier momento fuese a romperse—. Harto de joder a los que quiero. De darles la espalda cuando las cosas se ponen feas. Harto de encerrarme en mí mismo para no sentir. Para no sufrir. Harto de hacer como que todo me resbala. Quiero sentir, Akame. —Las lágrimas empañaban sus pupilas. Una, normal. La otra, con forma de estrella—. Quiero amar. ¡Quiero vivir!
Las aspas giraban alrededor de su pupila estrellada. Aquel ojo miraba a Akame con ansia. Como si estuviese hambriento y él fuese su cena. El otro, con un profundo dolor.
—¡Estoy harto de lo que soy, Akame, esa es la jodida verdad! —estalló, y tuvo que contenerse para no dejar salir el súbito poder que inundaba sus venas. Porque la sangre había dejado de correr por ellas. Ahora era algo mucho más cálido, explosivo e intenso que el fuego de Amateratsu. Era el poder de un Dios—. Y es por eso que hoy no te mataré… —A cada palabra que soltaba, su voz se iba volviendo más gutural. Más rota y profunda—. Hoy mataré a Datsue el Intrépido. Y a ti…
»¡JIAJIAJIA!
Hizo una mueca difícilmente descrita como una sonrisa, pese a que la comisura de sus labios se había estirado hacia ambos lados. Era tan suculento… Tan suculento… Pero debía resistirse. Cortó en seco la carcajada que le había invadido.
—A ti… —su voz era ahora un torrente de agua contenido por un embalse con tres palos mal puestos. Dio un manotazo, librándose de la mano abrasadora de su compadre—. ¡A ti te abriré la puta cabeza! —Al final pasó lo que tenía que pasar. El pobre embalse se vino abajo—. ¡Y te arrancaré del cerebro lo que ha pasado aquí con el Sennō Sōsa no Jutsu! ¡Para que dejes de interponerte en mi camino!
»¡¡¡GRROOOOOOAAAAAAAAAAAAAAARRR!!!
Un bramido de otro mundo impactó con la fuerza de un martillo en el cuerpo de Akame.
Al mismo tiempo, Raijin empezó a tocar su tambor. Una dulce melodía. La misma que había tocado cuando Amateratsu se había enfrentado a Susano'o. Se vio una luz. El primer rayo cayendo. El estruendo del trueno retumbando en las piedras de los tres grandes Kages...
Sí. La tormenta había comenzado.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado