25/06/2018, 17:53
La maleza se agitó con fuerza desde lejos, en la espalda de los dos shinobis; algo se acercaba a toda prisa. ¿El agua había atraído a alguna de las fieras? Las hojas se movían con fuerza y cada vez lo que diablos fuera, se encontraba aún mas cerca hasta que finalmente, hizo aparición la "bestia".
Ryuko salto de entre la maleza, tras tocar el suelo, dio dos pasos apresurados para tropezarse con la raíz de un gran arbol, balancearse de un lado a otro perdiendo el equilibrio, para finalmente caer de boca al suelo. Llevaba un yukata con el dibujo de olas de distintos tonos celestes, una pequeña bolsa rojiza que hacia de mochila a su espalda, y unas sandalias que desde luego no eran cómodas para la exploración.
— Geeeeeeez... Primero me pierdo, luego me persiguen avispas, y ahora beso el barro... Quiero volver a casa... — La joven de cabellos oscuros, no llevaba una buena racha, y no parecía que fuera a mejorar su día. — Puag... Estoy asquerosa. Al menos supongo que he dado esquinazo a esas criaturas del diablo... — Ryuko se recompuso de rodillas en entre el barro, observando las mangas y el desastre en el que había quedado su vestido. Ni tan si quiera había percatado la presencia de los dos jóvenes shinobis, ya que solo podía pensar en aquellas miles de agujas que le amenazaban entre zumbidos.
Ryuko salto de entre la maleza, tras tocar el suelo, dio dos pasos apresurados para tropezarse con la raíz de un gran arbol, balancearse de un lado a otro perdiendo el equilibrio, para finalmente caer de boca al suelo. Llevaba un yukata con el dibujo de olas de distintos tonos celestes, una pequeña bolsa rojiza que hacia de mochila a su espalda, y unas sandalias que desde luego no eran cómodas para la exploración.
— Geeeeeeez... Primero me pierdo, luego me persiguen avispas, y ahora beso el barro... Quiero volver a casa... — La joven de cabellos oscuros, no llevaba una buena racha, y no parecía que fuera a mejorar su día. — Puag... Estoy asquerosa. Al menos supongo que he dado esquinazo a esas criaturas del diablo... — Ryuko se recompuso de rodillas en entre el barro, observando las mangas y el desastre en el que había quedado su vestido. Ni tan si quiera había percatado la presencia de los dos jóvenes shinobis, ya que solo podía pensar en aquellas miles de agujas que le amenazaban entre zumbidos.