16/07/2018, 18:35
(Última modificación: 16/07/2018, 18:37 por Uchiha Akame.)
«Vamos... Sólo un poco más...»
Akame casi podía oler la rabia de su Hermano —o más bien, del Ichibi, porque él seguía creyendo que Datsue no era él mismo en ese momento— supurando por cada poro de su piel junto con aquel chakra tan tóxico, que no sólo parecía estar corroyendo a su compadre de forma metafórica sino literal. Ahora que estaban más cerca, Akame pudo darse cuenta de que la capa del charka del Una Cola que cubría parcialmente a su Hermano estaba derritiendo, literalmente, su piel y sus ropas. Aunque él no parecía darse cuenta, inmerso como estaba en aquel estado de furia visceral.
«Aguanta, Datsue-kun. Voy a por ti...»
Sin embargo, el jōnin pronto descubriría que no era el único que había trazado una estratagema rápida de ataque sorpresa. Datsue, mitad humano mitad bestia, se burló con suficiencia mientras daba una clara indicación de por dónde llegaría el golpe; «¡a mi espalda!» Akame se giró rápidamente sólo para ver a una copia de su Hermano emerger del agua, dispuesta para atacar, y entonces...
Desapareció.
«¿¡Qué cojones...!?»
Uchiha Akame no lo entendió, pero sí supo que no iba a tener otra oportunidad. Clavando los ojos en su rival y compañero de aventuras, ahora poseído por el monstruo que ambos llevaban dentro, arqueó los labios en una sonrisa forzada.
—A la tuya —replicó.
Sin embargo, incluso aunque Datsue se girase con la presteza del rayo, el golpe no vendría por su retaguardia, no.
«¡Suiton! Suikōdan no Jutsu!»
Serían las furiosas aguas del lago, agitándose bajo sus pies, las que ejecutasen su sentencia. La propia superficie del agua se alzó a su alrededor como un cepo gigante, curvándose y agitándose para tomar la forma de un enorme tiburón; Datsue era su presa, y las fauces del depredador se cerraban en torno a él. No sólo eso, sino que aquella bestia de los mares alzaría una parte del propio lago hacia los cielos como un géiser repentino, buscando arrollar al jinchuuriki y llevárselo consigo por los aires antes incluso de que terminase de ejecutar su cadena de sellos, adherir la etiqueta al shuriken y lanzárselo a Akame.
Mientras el lago desataba su furia contra Datsue, éste notaría también cómo alguien había emergido junto con el tiburón y le agarraba de las piernas con gran fuerza. Era el Kage Bunshin de Akame, que había descendido por la cara oculta de la estatua y buceado hasta colocarse bajo el jinchuuriki descontrolado. Pese a que ambos Uchiha habían seguido una estrategia similar, sus clones no se habían cruzado al seguir rutas distintas.
«¡Ahora!»
El verdadero Akame, mientras tanto, había retrocedido con un par de saltos para pegar sus pies a la pared de la estatua, formando el sello del Mono —tras dar una palmada— y apuntaba con su brazo a su enemigo mientras éste era engullido por la Bala del Tiburón de Agua.
—¡Raiton! ¡Hebi Mikazuchi!
Un haz de chakra de color azulado se arremolinó en torno al brazo extendido de Akame y, como si éste fuese en realidad un potente cañón, la ráfaga de electricidad salió disparada a toda velocidad contra el remolino de agua embravecida que había engullido a Datsue.
Akame casi podía oler la rabia de su Hermano —o más bien, del Ichibi, porque él seguía creyendo que Datsue no era él mismo en ese momento— supurando por cada poro de su piel junto con aquel chakra tan tóxico, que no sólo parecía estar corroyendo a su compadre de forma metafórica sino literal. Ahora que estaban más cerca, Akame pudo darse cuenta de que la capa del charka del Una Cola que cubría parcialmente a su Hermano estaba derritiendo, literalmente, su piel y sus ropas. Aunque él no parecía darse cuenta, inmerso como estaba en aquel estado de furia visceral.
«Aguanta, Datsue-kun. Voy a por ti...»
Sin embargo, el jōnin pronto descubriría que no era el único que había trazado una estratagema rápida de ataque sorpresa. Datsue, mitad humano mitad bestia, se burló con suficiencia mientras daba una clara indicación de por dónde llegaría el golpe; «¡a mi espalda!» Akame se giró rápidamente sólo para ver a una copia de su Hermano emerger del agua, dispuesta para atacar, y entonces...
Desapareció.
«¿¡Qué cojones...!?»
Uchiha Akame no lo entendió, pero sí supo que no iba a tener otra oportunidad. Clavando los ojos en su rival y compañero de aventuras, ahora poseído por el monstruo que ambos llevaban dentro, arqueó los labios en una sonrisa forzada.
—A la tuya —replicó.
Sin embargo, incluso aunque Datsue se girase con la presteza del rayo, el golpe no vendría por su retaguardia, no.
«¡Suiton! Suikōdan no Jutsu!»
Serían las furiosas aguas del lago, agitándose bajo sus pies, las que ejecutasen su sentencia. La propia superficie del agua se alzó a su alrededor como un cepo gigante, curvándose y agitándose para tomar la forma de un enorme tiburón; Datsue era su presa, y las fauces del depredador se cerraban en torno a él. No sólo eso, sino que aquella bestia de los mares alzaría una parte del propio lago hacia los cielos como un géiser repentino, buscando arrollar al jinchuuriki y llevárselo consigo por los aires antes incluso de que terminase de ejecutar su cadena de sellos, adherir la etiqueta al shuriken y lanzárselo a Akame.
Mientras el lago desataba su furia contra Datsue, éste notaría también cómo alguien había emergido junto con el tiburón y le agarraba de las piernas con gran fuerza. Era el Kage Bunshin de Akame, que había descendido por la cara oculta de la estatua y buceado hasta colocarse bajo el jinchuuriki descontrolado. Pese a que ambos Uchiha habían seguido una estrategia similar, sus clones no se habían cruzado al seguir rutas distintas.
«¡Ahora!»
El verdadero Akame, mientras tanto, había retrocedido con un par de saltos para pegar sus pies a la pared de la estatua, formando el sello del Mono —tras dar una palmada— y apuntaba con su brazo a su enemigo mientras éste era engullido por la Bala del Tiburón de Agua.
—¡Raiton! ¡Hebi Mikazuchi!
Un haz de chakra de color azulado se arremolinó en torno al brazo extendido de Akame y, como si éste fuese en realidad un potente cañón, la ráfaga de electricidad salió disparada a toda velocidad contra el remolino de agua embravecida que había engullido a Datsue.