12/08/2018, 20:32
El delfín de agua embistió con fuerza a Daruu por la espalda, arrojándolo de nuevo a besar la arena. Afortunadamente, Eri se vio empujada a un lado, por lo que no sufrió ninguna consecuencia. Ayame era bien consciente de que aquel sorpresivo ataque no le iba a hacer ninguna gracia a su compañero (y traidor) de aldea , pero no le importaba en absoluto. Por eso, cuando él se reincorporó y se giró hacia ella con lentitud, ella ya se había puesto de pie sobre las olas, con todos los músculos del cuerpo en tensión, sabiendo lo que se venía encima. Dentro del agua, sus habituales ropajes habían sido convenientemente sustituidos por un bikini de colores azulados y violáceos, pero en aquellos instantes no pareció importarle demasiado.
Porque era lo que siempre pasaba cuando perdían los nervios. Sólo que no estaba allí Kōri para detenerlos.
—De modo que esas tenemos, eh, ¿¡AYAME!? ¡NO SABES CONTRA QUIÉN HAS PROYECTADO TU MAL GENIO Y TU IRREFLEXIÓN ABSURDA! —bramó él, entrelazando las manos—. ¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!
El océano se agitó bajo sus pies, y Ayame perdió momentáneamente el equilibrio. Sin embargo, no llegó a caer, y cuando vislumbró con horror la ola que se estaba formando para engullirla, ella simplemente afiló su mirada y entrelazó las manos en varios sellos.
—¡Adelante, escóndete en el agua! ¡Uno no se puede esconder ni huir de los problemas siempre! ¡Tiene que enfrentarse a ellos!
Pero eso fue exactamente lo que hizo.
—¡Suiton: Suijinheki!
Las aguas se alzaron a su alrededor, formando un capullo que la envolvió como el abrazo de una madre ante el rugido de la bestia del océano, que cerró sus colmillos en torno al escudo y terminó por quebrarlo. Y para cuando los dos soldados del mar terminaron de combatir y las aguas retornaron a la normalidad, Ayame ya no estaba allí.
—¡Daruu-san! —exclamó Eri, con voz medio ronca —. ¡Podrías hacer que se ahogase!
—¡Él no puede ahogarme, porque YO SOY EL AGUA! —bramó una voz desde la orilla. Ayame, volviendo a formarse desde las mismas aguas del océano, avanzaba con los puños apretados y pesados pasos que hacían levantar bolutas de humo. Ni siquiera le importaba estar manchándose los pies de barro—. ¡Oh, bien Daruu-kun! ¡Gran consejo, sí! ¡Enfrentar los problemas como tú lo has hecho! ¡¿EH?! ¡Aliándonos con el enemigo dejando a tus compañeros tirados! Sucio traidor... —siseó, a escasos centímetros de su rostro.
Porque era lo que siempre pasaba cuando perdían los nervios. Sólo que no estaba allí Kōri para detenerlos.
—De modo que esas tenemos, eh, ¿¡AYAME!? ¡NO SABES CONTRA QUIÉN HAS PROYECTADO TU MAL GENIO Y TU IRREFLEXIÓN ABSURDA! —bramó él, entrelazando las manos—. ¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!
El océano se agitó bajo sus pies, y Ayame perdió momentáneamente el equilibrio. Sin embargo, no llegó a caer, y cuando vislumbró con horror la ola que se estaba formando para engullirla, ella simplemente afiló su mirada y entrelazó las manos en varios sellos.
—¡Adelante, escóndete en el agua! ¡Uno no se puede esconder ni huir de los problemas siempre! ¡Tiene que enfrentarse a ellos!
Pero eso fue exactamente lo que hizo.
—¡Suiton: Suijinheki!
Las aguas se alzaron a su alrededor, formando un capullo que la envolvió como el abrazo de una madre ante el rugido de la bestia del océano, que cerró sus colmillos en torno al escudo y terminó por quebrarlo. Y para cuando los dos soldados del mar terminaron de combatir y las aguas retornaron a la normalidad, Ayame ya no estaba allí.
—¡Daruu-san! —exclamó Eri, con voz medio ronca —. ¡Podrías hacer que se ahogase!
—¡Él no puede ahogarme, porque YO SOY EL AGUA! —bramó una voz desde la orilla. Ayame, volviendo a formarse desde las mismas aguas del océano, avanzaba con los puños apretados y pesados pasos que hacían levantar bolutas de humo. Ni siquiera le importaba estar manchándose los pies de barro—. ¡Oh, bien Daruu-kun! ¡Gran consejo, sí! ¡Enfrentar los problemas como tú lo has hecho! ¡¿EH?! ¡Aliándonos con el enemigo dejando a tus compañeros tirados! Sucio traidor... —siseó, a escasos centímetros de su rostro.