24/08/2018, 19:46
(Última modificación: 24/08/2018, 19:46 por Amedama Daruu.)
La extraña brisa podría haber sido tan solo un susurro del viento, pero trajo consigo más que palabras. El protocolo de actuación era claro y meridiano. Tamushi y Sanryou estaban más que preparados. Por lo tanto, no es de extrañar que todo sucediera tan rápido.
El primero apareció a espaldas de Ayame. Era un encapuchado con máscara de ANBU y bandana de Amegakure. Posó los cinco dedos de la mano derecha sobre la espalda de la jinchuuriki de la aldea, y quebró su voluntad en lo que tarda en pronunciarse una sílaba. La muchacha se derrumbó, de rodillas, y más tarde cayó al suelo, completamente inconsciente. Inmediatamente, el recién llegado juntó las manos en un sello, previsor, sin quitar ojo del segundo integrante de la fétida reyerta, y quien iniciara la ofensiva.
El segundo estaba todavía escondido, hilando una trampa desde allí mientras Tamushi se ocupaba de detener la salida del chakra del bijuu. Realizaba ahora una técnica ilusoria extremadamente potente.
Decenas de plumas descendieron del cielo y nublaron la mente del joven Nabi y de su perro. En apenas unos segundos, el muchacho estaba dormido, mas no acababa ahí la cosa: había que cerciorarse de que el secreto de Amegakure no saliera a la luz.
Por eso Sanryou salió de su escondite y se acercó a los pies del muchacho. Se arrodilló ante él, y levantó el dedo índice. Una delgada aguja de chakra se extendió hacia el cielo, y con un movimiento delicado y lento, el ANBU enterró el recuerdo de aquél encontronazo para que, con suerte, nunca saliera a la luz.
Se limpió el sudor con la frente, se levantó, y se dio la vuelta para hablar con su compañero.
—Hacerte ninja para acabar tirando mierda a los demás —dijo—. La verdad, no culpo a Aotsuki-san. Yo tampoco habría podido aguantarme las ganas de reventarle la boca.
—Pues no sé qué haces en ANBU —rebatió Tamushi—. Esto es muy serio, Sanryou: esta vez hemos podido pararla, pero si hubieran habido más personas... Si hubiera habido un jounin, hubiera sido muy complicado. Y de hecho, más vale que nos afanemos y llevemos a estos dos a su casa. Antes de que nadie se pase por aquí.
Sanryou se encogió de hombros.
—Está bien. Pero tú te quedas a Ayame. Buena suerte quitándote el olor a mierda de perro de la chaqueta.
Tamushi se encogió de hombros y señaló a Stuffy.
—La mierda ha salido de ese perro. Y como tenga flojo el ano, igual se te caga encima de vuelta.
Sanryou apretó los puños. Tamushi rio.
—No es propio de ti hacer estas chanzas —protestó Sanryou, ofendido, cogiendo a Nabi en brazos. El hombre era suficientemente corpulento como para cargarlo a él y a su perro.
—¿En qué quedamos? —Tamushi se encogió de hombros—. Si soy muy serio, que soy muy serio. Si bromeo, que bromeo. En fin, vámonos. Te invito un trago más tarde. ¡Pero vámonos ya!
Tamushi agarró a Ayame y se la echó al hombro. Arrugó la nariz debajo de la máscara, y tras un chasquido de lengua con fastidio, desapareció.
—¡Ja! —rio Sanryou—. Ojalá no hubieras llevado la máscara. Me habría encantado verte la cara de asco. —El segundo integrante del escuadrón de vigilancia de la jinchuuriki también se esfumó.
Unos minutos después, Nabi y Ayame aparecieron en las puertas de sus respectivas casas. En el caso de Nabi, sin ninguna explicación. En el caso de Ayame, Tamushi explicaría la situación a Zetsuo, y le instaría a que comunicase a Ayame que a Nabi se le había borrado la memoria con respecto al incidente, y que tuviera cuidado con perder los nervios.
El primero apareció a espaldas de Ayame. Era un encapuchado con máscara de ANBU y bandana de Amegakure. Posó los cinco dedos de la mano derecha sobre la espalda de la jinchuuriki de la aldea, y quebró su voluntad en lo que tarda en pronunciarse una sílaba. La muchacha se derrumbó, de rodillas, y más tarde cayó al suelo, completamente inconsciente. Inmediatamente, el recién llegado juntó las manos en un sello, previsor, sin quitar ojo del segundo integrante de la fétida reyerta, y quien iniciara la ofensiva.
El segundo estaba todavía escondido, hilando una trampa desde allí mientras Tamushi se ocupaba de detener la salida del chakra del bijuu. Realizaba ahora una técnica ilusoria extremadamente potente.
Decenas de plumas descendieron del cielo y nublaron la mente del joven Nabi y de su perro. En apenas unos segundos, el muchacho estaba dormido, mas no acababa ahí la cosa: había que cerciorarse de que el secreto de Amegakure no saliera a la luz.
Por eso Sanryou salió de su escondite y se acercó a los pies del muchacho. Se arrodilló ante él, y levantó el dedo índice. Una delgada aguja de chakra se extendió hacia el cielo, y con un movimiento delicado y lento, el ANBU enterró el recuerdo de aquél encontronazo para que, con suerte, nunca saliera a la luz.
Se limpió el sudor con la frente, se levantó, y se dio la vuelta para hablar con su compañero.
—Hacerte ninja para acabar tirando mierda a los demás —dijo—. La verdad, no culpo a Aotsuki-san. Yo tampoco habría podido aguantarme las ganas de reventarle la boca.
—Pues no sé qué haces en ANBU —rebatió Tamushi—. Esto es muy serio, Sanryou: esta vez hemos podido pararla, pero si hubieran habido más personas... Si hubiera habido un jounin, hubiera sido muy complicado. Y de hecho, más vale que nos afanemos y llevemos a estos dos a su casa. Antes de que nadie se pase por aquí.
Sanryou se encogió de hombros.
—Está bien. Pero tú te quedas a Ayame. Buena suerte quitándote el olor a mierda de perro de la chaqueta.
Tamushi se encogió de hombros y señaló a Stuffy.
—La mierda ha salido de ese perro. Y como tenga flojo el ano, igual se te caga encima de vuelta.
Sanryou apretó los puños. Tamushi rio.
—No es propio de ti hacer estas chanzas —protestó Sanryou, ofendido, cogiendo a Nabi en brazos. El hombre era suficientemente corpulento como para cargarlo a él y a su perro.
—¿En qué quedamos? —Tamushi se encogió de hombros—. Si soy muy serio, que soy muy serio. Si bromeo, que bromeo. En fin, vámonos. Te invito un trago más tarde. ¡Pero vámonos ya!
Tamushi agarró a Ayame y se la echó al hombro. Arrugó la nariz debajo de la máscara, y tras un chasquido de lengua con fastidio, desapareció.
—¡Ja! —rio Sanryou—. Ojalá no hubieras llevado la máscara. Me habría encantado verte la cara de asco. —El segundo integrante del escuadrón de vigilancia de la jinchuuriki también se esfumó.
Unos minutos después, Nabi y Ayame aparecieron en las puertas de sus respectivas casas. En el caso de Nabi, sin ninguna explicación. En el caso de Ayame, Tamushi explicaría la situación a Zetsuo, y le instaría a que comunicase a Ayame que a Nabi se le había borrado la memoria con respecto al incidente, y que tuviera cuidado con perder los nervios.
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