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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#55
Era obvio que aquel pobre hombre encargado de la vigilancia no tenía ni idea de qué estaba haciendo Akame ni de qué pretendía que pasase. Él solo sería testigo de como la bestia se lanzaba a por el jounin y lo abrazaba de la forma más brutal y salvaje que a uno se le pueda imaginar.

Se mantuvo a una distancia prudencial observando la escena pero sin interceder. Tenía más que suficiente con mantener activa la capa de chakra eléctrico y las llamas en sus dedos que le permitirían sellar de nuevo a la bestia.

Datsue, de forma consciente o inconsciente, se había tapado el pecho con su victima, haciendo imposible que le detuviera mientras despedazaba la espalda de Akame. Concentró todos sus esfuerzos en mantenerse a la espera y saltar cuando llegase el momento preciso.

Por suerte, el bijuu parecía tener tantas ganas de dar carpetazo al asunto como el vigilante y tras un par de abrazos bestiales lanzó a Akame propulsado por un chorro de arena que lo sepultaría, por el momento. Entonces, en menos de un parpadeo, el hombre se colocó al lado de Datsue y estampó sus cinco dedos sobre el pecho del chico.

Tras el movimiento ultrarrápido, la armadura de Raiton se disolvió fruto del cansancio del hombre y el chakra emponzoñado que rodeaba a Datsue hizo mella en todo el brazo con el que había tocado al muchacho. Aún así, el sellado atravesó la armadura de arena que rodeaba al joven y se implantó alrededor del sello de su estomago, cortando cualquier transmisión de chakra con la bestia y dejando al chico inconsciente.

Se detuvo un instante para comprobar que Datsue aún tuviese signos vitales con el brazo bueno, después fue a sacar a Akame del charco de arena en el que el Shukaku le había hundido.

Justo cuando se pasaba uno de los brazos del jounin por el cuello para cargar su peso apareció Hanabi acompañado de media docena de shinobis, dos de ellos llevaban indumentaria de médico y se dividieron de inmediato para atender cada uno a un Hermano del Desierto.

¿Pero qué cojo...?

Su querido Uzukage se había quedado paralizado en el sitio para contabilizar todos los daños que estaban en su rango de visión, la espalda de Akame totalmente despedazada, el brazo de Atsushi con mucha menos piel de la que es recomendable y Datsue con todavía menos piel que el brazo de Atsushi. Eso junto al suelo, que era básicamente tierra y arena rojas por toda la sangre derramada, daba un aspecto terrible al lugar.

El médico que se acercó a Akame empezó a hablarle, pero no entendía nada, no oía nada, todo se volvió confuso, no podía pensar, su cuerpo no respondía. El tiempo empezó a tintinear. Parpadeó y se vio en una camilla, boca abajo, sintió calor, pinchazos, frio metal atravesando su piel en varios sitios, pero sobretodo sintió dolor, mucho dolor, constante y penetrante.

Hasta que finalmente, durmió.

...

Luz. Intensa, penetrante y caliente como solo la luz solar sabe ser. Eso fue lo primero que golpeó a Datsue en toda la cara. Si intentaba moverse, un dolor de tres pares de cojones lo detendría. Como si todas las borracheras y agujetas que había tenido en su miserable e inexplicablemente larga vida se hubiesen juntado para dejarlo totalmente invalido en una cama. Sin embargo, aquello no era fruto de un ser omnisciente que se dedica a castigar a los malvados, sino de daño autoinfligido.

Al abrir los ojos y acostumbrarse a la luz que entraba por la enorme ventana que había a su derecha, vería que estaba en una habitación de hospital. Estaba vendado de pies a cabeza con ambos brazos sostenidos en alto inmovilizados, como el resto de su cuerpo, aunque seguramente era para que no se cayese porque no podía mover ni el meñique. Tenía la boca más seca que el sobaco del Shukaku, y aún se le secó más cuando vio quien estaba con él en la habitación. Quien había subido las persianas y ahora abría la ventana. El Uzukage en persona.

Se giró para encararle, apoyándose en el marco de la ventana. Tenía unas ojeras que parecía que el bijuu lo llevase él y no Datsue, además de una expresión cansada como si se hubiese pasado días enteros intentando resolver un problema irresoluble.

Explicate, Uchiha Datsue. Y explicate lo mejor que puedas. Explicate como si tus huevos dependiesen de ello, porque es muy probable que así sea.

Si miraba al lado contrario de la habitación, vería a su hermano, a su compañero, a Uchiha Akame, palido como un muerto, con varias vías conectadas al cuerpo y con todo el pecho cubiertos de vendas. No parecía notar la luz ni reaccionar al ruido, de hecho parecía que no iba a volver a despertar.


Solo postea Datsue, de momento. Id revisando vuestra cronologia y limpiad todo lo que tengáis en Flama, Verano.
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RE: Hombre de ciencia, Hombre de fe - por Sarutobi Hanabi - 25/08/2018, 00:39


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