27/08/2018, 00:07
—Estábamos… luchando.
Ahí estaba, lo que había estado esperando. No necesitaba escuchar más, pero no interrumpió al herido por respeto y porque estaba ocupado masajeandose con fuerza los ojos, intentando no reventar ahí mismo.
—Perdí… el… control… Yo… ¿Mi Hermano? ¿Está… bien?
Hanabi se tomó unos segundos para contestar, unos largos y tensos segundos. No estaba seguro de cómo reaccionar, tenía a sus dos jinchurikis, seguramente dos de las personas más peligrosas que actualmente estaban bajo su mando, hospitalizados con heridas graves, con más vendas que piel en el cuerpo.
Volvió a mirar a Datsue, el intrépido.
— Te creía más listo, Datsue. Creía que tras esa fachada de maleante y liante, realmente había un chico capaz de madurar. Me equivoqué, te sobrestimé. En el fondo, cuando llegó la carta de la Arashikage, lo supe. Supe que no estabas preparado, ya no para ser Jounin, sino para la enorme responsabilidad que supone ser jinchuriki. Te dejé cierta libertad porque esperaba que, a pesar de tus jugarretas, supieses, fueras mínimamente consciente, del enorme peligro que suponía el bijuu en tu interior. Cuanto me he equivocado contigo, Datsue.
Tristeza y una inmensa decepción, eso es lo que transmitía con aquel discurso. Se había pasado días lidiando con aquella situación, lo único que sabían eran que habían aparecido ambos en la puerta de la villa, uno descontrolado y el otro agotado. Ambos habían estado al borde de la muerte y les habían dejado sin una explicación, ni una pista, de qué había sucedido. De la escasa gente que estaba al corriente, la mitad pensaba que se trataba de una jugarreta de otra villa, que habían descubierto sus identidades y habían intentado algo, pero Hanabi tenía otra versión en mente. Una versión que esperaba que no fuese cierta. Ojalá hubiese sido una jugarreta de otra villa. Ojalá Datsue le hubiese desmentido sus sospechas, en lugar de confirmarlas.
— ¿Tu hermano, Datsue? ¿Al que casi partes en dos? ¡Está en la camilla de al lado! ¡Le han inducido un coma hasta que sepan si será capaz de soportar el dolor! ¡¡No saben si podrá andar siquiera!! Y todo esto, ¿por qué, Datsue? ¿¡Por qué!? Ambos sabemos que Akame no empezó esa pelea.
El tono fue subiendo a la vez que señalaba a Datsue y a la camilla de al lado conforme hablaba, claramente exasperado.
Ahí estaba, lo que había estado esperando. No necesitaba escuchar más, pero no interrumpió al herido por respeto y porque estaba ocupado masajeandose con fuerza los ojos, intentando no reventar ahí mismo.
—Perdí… el… control… Yo… ¿Mi Hermano? ¿Está… bien?
Hanabi se tomó unos segundos para contestar, unos largos y tensos segundos. No estaba seguro de cómo reaccionar, tenía a sus dos jinchurikis, seguramente dos de las personas más peligrosas que actualmente estaban bajo su mando, hospitalizados con heridas graves, con más vendas que piel en el cuerpo.
Volvió a mirar a Datsue, el intrépido.
— Te creía más listo, Datsue. Creía que tras esa fachada de maleante y liante, realmente había un chico capaz de madurar. Me equivoqué, te sobrestimé. En el fondo, cuando llegó la carta de la Arashikage, lo supe. Supe que no estabas preparado, ya no para ser Jounin, sino para la enorme responsabilidad que supone ser jinchuriki. Te dejé cierta libertad porque esperaba que, a pesar de tus jugarretas, supieses, fueras mínimamente consciente, del enorme peligro que suponía el bijuu en tu interior. Cuanto me he equivocado contigo, Datsue.
Tristeza y una inmensa decepción, eso es lo que transmitía con aquel discurso. Se había pasado días lidiando con aquella situación, lo único que sabían eran que habían aparecido ambos en la puerta de la villa, uno descontrolado y el otro agotado. Ambos habían estado al borde de la muerte y les habían dejado sin una explicación, ni una pista, de qué había sucedido. De la escasa gente que estaba al corriente, la mitad pensaba que se trataba de una jugarreta de otra villa, que habían descubierto sus identidades y habían intentado algo, pero Hanabi tenía otra versión en mente. Una versión que esperaba que no fuese cierta. Ojalá hubiese sido una jugarreta de otra villa. Ojalá Datsue le hubiese desmentido sus sospechas, en lugar de confirmarlas.
— ¿Tu hermano, Datsue? ¿Al que casi partes en dos? ¡Está en la camilla de al lado! ¡Le han inducido un coma hasta que sepan si será capaz de soportar el dolor! ¡¡No saben si podrá andar siquiera!! Y todo esto, ¿por qué, Datsue? ¿¡Por qué!? Ambos sabemos que Akame no empezó esa pelea.
El tono fue subiendo a la vez que señalaba a Datsue y a la camilla de al lado conforme hablaba, claramente exasperado.