2/09/2018, 13:51
Hoy debería ser un día como otro cualquiera, pero no era así. Los comités de las distintas aldeas que había venido por el examen de chunin se paseaban por las calles de nuestra ciudad, y eso había activado a los comercios y al sector hostelero de la zona. También había gente a la que no le gustaba la presencia de los extranjeros en nuestra ciudad. Eso hacia que el ambiente fuese muy distinto al habitual. Incluso mi padre se había puesto pesado con el tema de aprovechar el momento para darle publicidad a la herrería por todo oonido.
Había hecho mi entrenamiento matutino y me había marchado de casa después de ducharme y arreglarme. Aquel día había optado por el Uwagi azul marino de manga corta, aprovechando que era verano para lucir el tatuaje que tantos ryos había costado, aunque no de mi bolsillo.
Salí de casa por varios motivos. Para matar el aburrimiento, para aprovechar el verano y por que estaba un poco cansado del nerviosismo de mi padre, que iba arriba y abajo dándole vueltas a que hacer para vender mas en estos días. Por un parte lo entendía, pero yo necesitaba respirar un poco.
Además, con todo lo mencionado de los comités, muchos feriantes y también otro tipo de personas, habían aprovechado para poblar las calles. Puestecitos de comidas y bebidas tradicionales de uzushiogakure, puestecitos de ropa e incluso de juguetes de madera y metal para niños. Por si de vuelta a tu país le querías llevar un recuerdo a tus hijos. Para mi no había ninguna novedad, claro.
El caso es que, al grito de un hombre, un montón de gente se reunió en un solo lugar. Me acerqué para ver, por curiosidad, como todo el mundo. Era un hombre sentado tras una tabla de madera sobre la que tenía tres cubiletes. Conocía ese juego. Mi padre me había explicado muchas veces como engañaban a la gente.
Pedían voluntarios para jugar, el primero y el segundo, conocidos de la persona que jugaba, perdían y ganaban, respectivamente, para atraer a la gente y así luego ganar a todos los demás. El hombre nunca perdía. Usaba algún tipo de truco con la mano para quitar o cambiar la bolita de sitio, pero mi vista no era lo suficientemente buena como para captarlo. Mucha gente sabía aquello, pero aun así…
Si yo fuera otro tipo de persona, o como aquellos que odiaban a los extranjeros, ni siquiera me habría molestado, pero no pude evitar ver a aquella chica que parecía dispuesta a probar suerte y perder sus ahorros en aquella estafa. Algo dentro de mi quiso ayudarla. A sí que tire de su manga para llamar su atención y se lo comente en voz baja.
—Soy Sasaki Reiji, shinobi de uzushiogakure, hazme caso, no vas a ganar nunca a ese juego, no se puede ganar.
Por algún motivo, me sabia mal que aquella chica perdiera su dinero de aquella manera. Seguramente no conocía aquel tipo de engaños…
Había hecho mi entrenamiento matutino y me había marchado de casa después de ducharme y arreglarme. Aquel día había optado por el Uwagi azul marino de manga corta, aprovechando que era verano para lucir el tatuaje que tantos ryos había costado, aunque no de mi bolsillo.
Salí de casa por varios motivos. Para matar el aburrimiento, para aprovechar el verano y por que estaba un poco cansado del nerviosismo de mi padre, que iba arriba y abajo dándole vueltas a que hacer para vender mas en estos días. Por un parte lo entendía, pero yo necesitaba respirar un poco.
Además, con todo lo mencionado de los comités, muchos feriantes y también otro tipo de personas, habían aprovechado para poblar las calles. Puestecitos de comidas y bebidas tradicionales de uzushiogakure, puestecitos de ropa e incluso de juguetes de madera y metal para niños. Por si de vuelta a tu país le querías llevar un recuerdo a tus hijos. Para mi no había ninguna novedad, claro.
El caso es que, al grito de un hombre, un montón de gente se reunió en un solo lugar. Me acerqué para ver, por curiosidad, como todo el mundo. Era un hombre sentado tras una tabla de madera sobre la que tenía tres cubiletes. Conocía ese juego. Mi padre me había explicado muchas veces como engañaban a la gente.
Pedían voluntarios para jugar, el primero y el segundo, conocidos de la persona que jugaba, perdían y ganaban, respectivamente, para atraer a la gente y así luego ganar a todos los demás. El hombre nunca perdía. Usaba algún tipo de truco con la mano para quitar o cambiar la bolita de sitio, pero mi vista no era lo suficientemente buena como para captarlo. Mucha gente sabía aquello, pero aun así…
Si yo fuera otro tipo de persona, o como aquellos que odiaban a los extranjeros, ni siquiera me habría molestado, pero no pude evitar ver a aquella chica que parecía dispuesta a probar suerte y perder sus ahorros en aquella estafa. Algo dentro de mi quiso ayudarla. A sí que tire de su manga para llamar su atención y se lo comente en voz baja.
—Soy Sasaki Reiji, shinobi de uzushiogakure, hazme caso, no vas a ganar nunca a ese juego, no se puede ganar.
Por algún motivo, me sabia mal que aquella chica perdiera su dinero de aquella manera. Seguramente no conocía aquel tipo de engaños…