9/09/2018, 03:19
Poc, un choque de nudillos que daba inicio a una alianza fraternal.
—Sí que veo algo —dijo—. Algo feo y azul.
»Gracias, amigo. No te merezco.
—Desde luego. No muchos tienen la dicha de contar con tan valiosa amistad como la mía. Siéntete muy afortunado —dijo, dándose la vuelta y echándole una mirada al camarote—. Ahora, quisiera hablarte de otra cosa.
Torció el gesto, rebuscándose entre los bolsillos. Su semblante cambió súbitamente, pues los recuerdos de sus propios acontecimientos —ajenos al meollo del examen, de Ayame, y de lo sucedido en el hospital— ahora le invadían la cabeza y le nublaban los ojos. Daruu no había sido el único que habría tenido que pasar por una situación difícil, o tomar decisiones comprometedoras.
Él había tenido su propia cuota de drama, en el Estadio de la tercera prueba del Examen de Chunin.
—Cuando pasó todo aquello, que volvisteis y Eri regresó al Estadio, decidí enviar un Kage bunshin a seguirlos a ella y a Hanabi. Fue así como pude dar con que estabais todos en el Hospital. Fue así como te encontré inconsciente dentro, en el suelo, con Datsue viéndote como carnada mientras Shanise y Hanabi arreglaban sus diferencias. Habría podido ir yo mismo, pero antes de que Shanise desapareciera de la arena, ella dio una orden. Una directriz. Me pidió expresamente que me encargara de algo. O mejor dicho, de alguien.
Ahora que había tenido tiempo para atar los cabos, aquella orden se había ganado su sentido. Y es que había sido el mismísimo Datsue quien le habría dado la pista necesaria para entender que Keisuke era un jodido soplón. ¿Por qué otra razón le querría muerto Shanise? ¿Y cómo se hubiera enterado Datsue sino, de que Aiko yacía sellada en el fondo del lago?
—Quería que regresara al barco con el cadáver de Inoue Keisuke.
Luego, un silencio sepulcral. Si Daruu era astuto, diría que se trataba de un silencio de luto.
—Sí que veo algo —dijo—. Algo feo y azul.
»Gracias, amigo. No te merezco.
—Desde luego. No muchos tienen la dicha de contar con tan valiosa amistad como la mía. Siéntete muy afortunado —dijo, dándose la vuelta y echándole una mirada al camarote—. Ahora, quisiera hablarte de otra cosa.
Torció el gesto, rebuscándose entre los bolsillos. Su semblante cambió súbitamente, pues los recuerdos de sus propios acontecimientos —ajenos al meollo del examen, de Ayame, y de lo sucedido en el hospital— ahora le invadían la cabeza y le nublaban los ojos. Daruu no había sido el único que habría tenido que pasar por una situación difícil, o tomar decisiones comprometedoras.
Él había tenido su propia cuota de drama, en el Estadio de la tercera prueba del Examen de Chunin.
—Cuando pasó todo aquello, que volvisteis y Eri regresó al Estadio, decidí enviar un Kage bunshin a seguirlos a ella y a Hanabi. Fue así como pude dar con que estabais todos en el Hospital. Fue así como te encontré inconsciente dentro, en el suelo, con Datsue viéndote como carnada mientras Shanise y Hanabi arreglaban sus diferencias. Habría podido ir yo mismo, pero antes de que Shanise desapareciera de la arena, ella dio una orden. Una directriz. Me pidió expresamente que me encargara de algo. O mejor dicho, de alguien.
Ahora que había tenido tiempo para atar los cabos, aquella orden se había ganado su sentido. Y es que había sido el mismísimo Datsue quien le habría dado la pista necesaria para entender que Keisuke era un jodido soplón. ¿Por qué otra razón le querría muerto Shanise? ¿Y cómo se hubiera enterado Datsue sino, de que Aiko yacía sellada en el fondo del lago?
—Quería que regresara al barco con el cadáver de Inoue Keisuke.
Luego, un silencio sepulcral. Si Daruu era astuto, diría que se trataba de un silencio de luto.