10/09/2018, 09:51
Akame apuró el quinto pitillo del día y lo apagó con el tacón de su bota ninja. Luego lo arrojó al suelo sin mayores consideraciones; tenía demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparse por el medio ambiente. Se ajustó la bandana de Uzu en su frente y comprobó que la placa dorada de jōnin seguía bien colocada en su hombro izquierdo.
—Vamos —respondió el jōnin.
«Menuda locura de día.»
El Uchiha se dio media vuelta e ingresó en el Edificio del Uzukage junto a Datsue. Una vez allí saludaría a quien quisiera que estaba en recepción en ese momento, si es que había alguien, y luego buscaría enfilar directamente el camino hacia el despacho de Hanabi. Bien lo conocía.
Mientras caminaba, multitud de pensamientos se agolpaban en su cabeza, pero el más acuciante de ellos era sin duda una voz que chillaba, histérica... «¿Y si me ocurre a mí?»
—Vamos —respondió el jōnin.
«Menuda locura de día.»
El Uchiha se dio media vuelta e ingresó en el Edificio del Uzukage junto a Datsue. Una vez allí saludaría a quien quisiera que estaba en recepción en ese momento, si es que había alguien, y luego buscaría enfilar directamente el camino hacia el despacho de Hanabi. Bien lo conocía.
Mientras caminaba, multitud de pensamientos se agolpaban en su cabeza, pero el más acuciante de ellos era sin duda una voz que chillaba, histérica... «¿Y si me ocurre a mí?»