10/09/2018, 16:10
(Última modificación: 10/09/2018, 16:15 por Sarutobi Hanabi. Editado 1 vez en total.)
Con los ánimos decaídos y a sabiendas de que habían fracasado en su misión, Eri y Nabi retomaron el camino en dirección al Museo Armamentístico. Algo había quedado claro durante aquella misión: y es que habían tardado demasiado. Era una lección que con el tiempo aprenderían, que peca igual el que no toma ninguna precaución como el que se pasa de cauteloso. Y entre la distracción de los dos ancianos, y que se tomaron demasiado tiempo entre que llegaron a la casa de Doro y encontraron la nota que les indicaba los siguientes pasos a seguir que habían perdido el barco de salida.
Tardarían aproximadamente media hora en subir toda la cuesta y llegar a la cima del arco de piedra; pero, y pese a las horas que eran ya, Tsuwamono Tono seguía caminando de aquí para allá frente a la entrada del castillo, visiblemente nervioso. Detrás de él, junto a la puerta de entrada, estaba el mismo guardia de antes.
Tsuwamono Tono no tardó en advertir la presencia de los dos chicos subiendo la cuesta, y, tras un instante de indecisión, prácticamente se abalanzó sobre ellos con la desesperación de un padre que ha perdido a su hijo primogénito.
—¡Niños! ¿Dónde está? ¿Dónde está la Pata de Bronce? —preguntó, con un ansia muy mal disimulada.
Tardarían aproximadamente media hora en subir toda la cuesta y llegar a la cima del arco de piedra; pero, y pese a las horas que eran ya, Tsuwamono Tono seguía caminando de aquí para allá frente a la entrada del castillo, visiblemente nervioso. Detrás de él, junto a la puerta de entrada, estaba el mismo guardia de antes.
Tsuwamono Tono no tardó en advertir la presencia de los dos chicos subiendo la cuesta, y, tras un instante de indecisión, prácticamente se abalanzó sobre ellos con la desesperación de un padre que ha perdido a su hijo primogénito.
—¡Niños! ¿Dónde está? ¿Dónde está la Pata de Bronce? —preguntó, con un ansia muy mal disimulada.