10/09/2018, 22:19
Cuando Eri empezó a hablar, supo que tenía que cortarla. La conocía. La conocía demasiado bien. Era como un pequeño volcán en erupción. Al principio, solo aparecían unas burbujas aquí y allá. Nada alarmante. Luego empezaba a hablar y hablar, y mientras más hablaba, más se calentaba, hasta que al final acababa estallando en una serie de acusaciones y reproches que, aquella vez, ni toda la labia del mundo le hubiese salvado.
—B-bueno, en realidad lo hago para practicar fūinjutsu, ¿vale? —No era la mejor de las excusas, pero era una excusa, al fin y al cabo—. Y me he granjeado cierto… odio entre algún que otro compatriota —añadió. Aquello sí era cierto.
Uno de ellos, Hozuki Chokichi. Todavía recordaba la amenaza velada que le había hecho en el Valle de los Dojos. Aquel mamón le había fotografiado haciendo chanchullos con la tienda de armas de la que era socio. Y, para más inri, Chokichi era especialista en colarse en sitios ajenos. ¿Cerraduras? Ni las tocaba. ¿El hueco de una ventana? Ni lo necesitaba. Aquel cabrón entraba y salía de los sitios sin dejar rastro. Por eso, y porque sabía que en su casa había ciertos documentos que le podían poner en un aprieto, necesitaba recurrir al fūinjutsu para mantener a aquella víbora alejada de sus pertenencias.
—¿Necesitas algo de casa? Así cuando me pase te lo puedo traer de vuelta.
—¿Eh? No… Claro que no… —¡Un momento! ¡Ya sabía por dónde iba!—. Oye, ¡nada de hurgar entre mis cosas, eh! Que nos conocemos, Eri, que nos conocemos. Y eres de naturaleza curiosa. En mi habitación no hay nada que ver. ¡Y-y debajo del colchón menos!
—B-bueno, en realidad lo hago para practicar fūinjutsu, ¿vale? —No era la mejor de las excusas, pero era una excusa, al fin y al cabo—. Y me he granjeado cierto… odio entre algún que otro compatriota —añadió. Aquello sí era cierto.
Uno de ellos, Hozuki Chokichi. Todavía recordaba la amenaza velada que le había hecho en el Valle de los Dojos. Aquel mamón le había fotografiado haciendo chanchullos con la tienda de armas de la que era socio. Y, para más inri, Chokichi era especialista en colarse en sitios ajenos. ¿Cerraduras? Ni las tocaba. ¿El hueco de una ventana? Ni lo necesitaba. Aquel cabrón entraba y salía de los sitios sin dejar rastro. Por eso, y porque sabía que en su casa había ciertos documentos que le podían poner en un aprieto, necesitaba recurrir al fūinjutsu para mantener a aquella víbora alejada de sus pertenencias.
—¿Necesitas algo de casa? Así cuando me pase te lo puedo traer de vuelta.
—¿Eh? No… Claro que no… —¡Un momento! ¡Ya sabía por dónde iba!—. Oye, ¡nada de hurgar entre mis cosas, eh! Que nos conocemos, Eri, que nos conocemos. Y eres de naturaleza curiosa. En mi habitación no hay nada que ver. ¡Y-y debajo del colchón menos!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado