11/09/2018, 09:28
Akame subió las escaleras hasta el tercer piso, donde se encontraba la oficina del Uzukage, sin prestar atención al bullicio de funcionarios y demás trabajadores que atestaban el lugar aquella tarde. Supuso que estarían preparándose —como ellos mismos debían hacerlo— para los Nuevos Tiempos; tiempos en los que la Paz de Shiona no era más que un recuerdo destinado a los libros de Historia.
Sin embargo, cuando fueron aproximándose a las grandes puertas de doble hoja con el símbolo de Uzu grabado en ellas, Akame pudo escuchar retazos de una conversación. Reconoció las voces al instante, pues se trataba de Sarutobi Hanabi y Akimichi Katsudon, su segundo al mando. Entonces, el crujir de los escalones les delató.
Datsue entró con una florida reverencia y Akame le imitó, aunque la suya era tosca como una barra de hierro.
—Hanabi-sama, Katsudon-dono —saludó. Su Hermano ya había hecho la presentación de rigor, de modo que el jōnin se quedó simplemente allí parado, junto a Datsue.
«¿Demasiado pronto?»
Tuvo la intuición de que aquella conversación no les tocaba tan de lejos como pudiera pensarse...
Sin embargo, cuando fueron aproximándose a las grandes puertas de doble hoja con el símbolo de Uzu grabado en ellas, Akame pudo escuchar retazos de una conversación. Reconoció las voces al instante, pues se trataba de Sarutobi Hanabi y Akimichi Katsudon, su segundo al mando. Entonces, el crujir de los escalones les delató.
Datsue entró con una florida reverencia y Akame le imitó, aunque la suya era tosca como una barra de hierro.
—Hanabi-sama, Katsudon-dono —saludó. Su Hermano ya había hecho la presentación de rigor, de modo que el jōnin se quedó simplemente allí parado, junto a Datsue.
«¿Demasiado pronto?»
Tuvo la intuición de que aquella conversación no les tocaba tan de lejos como pudiera pensarse...