11/09/2018, 11:04
Katsudon miró a los Hermanos del Desierto y después miró a Hanabi, que no tardó en darle lo que esperaba, la orden de dejarlos solos.
— Ve a la sala de reuniones, Katsudon, en breves estoy con vosotros.
— Entendido, Hanabi-sensei.
Katsudon pasó por al lado de los muchachos susurrandoles un "suerte" antes de desaparecer por las escaleras, que ni siquiera crujieron ante el peso del Akimichi. Después solo quedaron Hanabi y ellos.
— Necesito hablar con vosotros de uno en uno, chicos. Datsue, siéntate. Akame, cierra las puertas y espera fuera, por favor. No te preocupes, no tardaremos.
Hanabi estaba serio. Sin embargo, era un serio mucho más distendido y menos severo que antes. Al sentarse y ver la cantidad de papeles que había sobre su escritorio, suspiró pesadamente. Casi ni se veía la superficie del escritorio entre tanto pergamino, hoja y nota que tenía.
Una vez Akame hubiese cerrado las puertas, plantaría los codos sobre el escritorio indiferente a los papeles que pudiese estar aplastando.
— Supongo que recordarás nuestra última conversación acerca de tu... situación. ¿Tienes algo que decir antes de que la reconsidere?
Observó a Datsue de arriba a abajo. No estaba tan lejos de aquella imagen de jinchuriki vendado hasta las cejas, solo le faltaban las vendas, porque el aspecto de estar hecho polvo ya lo tenía. Y a diferencia de la última vez, echaba un prominente olor a sudor de haber estado todo el día haciendo esfuerzos físicos, además de la peste a tabaco.
— Ve a la sala de reuniones, Katsudon, en breves estoy con vosotros.
— Entendido, Hanabi-sensei.
Katsudon pasó por al lado de los muchachos susurrandoles un "suerte" antes de desaparecer por las escaleras, que ni siquiera crujieron ante el peso del Akimichi. Después solo quedaron Hanabi y ellos.
— Necesito hablar con vosotros de uno en uno, chicos. Datsue, siéntate. Akame, cierra las puertas y espera fuera, por favor. No te preocupes, no tardaremos.
Hanabi estaba serio. Sin embargo, era un serio mucho más distendido y menos severo que antes. Al sentarse y ver la cantidad de papeles que había sobre su escritorio, suspiró pesadamente. Casi ni se veía la superficie del escritorio entre tanto pergamino, hoja y nota que tenía.
Una vez Akame hubiese cerrado las puertas, plantaría los codos sobre el escritorio indiferente a los papeles que pudiese estar aplastando.
— Supongo que recordarás nuestra última conversación acerca de tu... situación. ¿Tienes algo que decir antes de que la reconsidere?
Observó a Datsue de arriba a abajo. No estaba tan lejos de aquella imagen de jinchuriki vendado hasta las cejas, solo le faltaban las vendas, porque el aspecto de estar hecho polvo ya lo tenía. Y a diferencia de la última vez, echaba un prominente olor a sudor de haber estado todo el día haciendo esfuerzos físicos, además de la peste a tabaco.