11/09/2018, 17:58
Akame se había mantenido muy quieto, casi como una estatua, erguido frente a las puertas del despacho. Su Uzukage le había ordenado esperar fuera para tratar algún asunto con Datsue, y aunque el jōnin obedecía de forma diligente, no pudo evitar buscar cuanto silencio hubiera en el pasillo para intentar enterarse de lo que estaban hablando. Como una vieja chismosa. Sin embargo, no había tenido mucho éxito hasta que de repente...
—¡Eso tendrías que haberlo dicho desde el principio, Datsue!
El jōnin retrocedió. Creía saber de lo que estaban hablando en ese momento; él mismo le había dicho algo parecido a Datsue en cuanto él le había revelado que Amedama Daruu era capaz de teletransportarse al embarcadero de Uzu. «Y quién sabe si a algún otro sitio...»
Las puertas del despacho se abrieron de par en par violentamente, y Datsue salió escopeteado hacia las escaleras. Akame le dedicó apenas una mirada confusa antes de que Hanabi le ordenase pasar a él. Asintió, diligente, e ingresó en el despacho para cerrar las puertas tras de sí.
—¿De qué quería hablar, Hanabi-sama? ¿Qué ocurre con Datsue? —preguntó, aun a sabiendas de la respuesta a al menos una de aquellas dos preguntas.
—¡Eso tendrías que haberlo dicho desde el principio, Datsue!
El jōnin retrocedió. Creía saber de lo que estaban hablando en ese momento; él mismo le había dicho algo parecido a Datsue en cuanto él le había revelado que Amedama Daruu era capaz de teletransportarse al embarcadero de Uzu. «Y quién sabe si a algún otro sitio...»
Las puertas del despacho se abrieron de par en par violentamente, y Datsue salió escopeteado hacia las escaleras. Akame le dedicó apenas una mirada confusa antes de que Hanabi le ordenase pasar a él. Asintió, diligente, e ingresó en el despacho para cerrar las puertas tras de sí.
—¿De qué quería hablar, Hanabi-sama? ¿Qué ocurre con Datsue? —preguntó, aun a sabiendas de la respuesta a al menos una de aquellas dos preguntas.