12/09/2018, 10:43
Nabi y Eri hablaron. Pero no eran las palabras que Tsuwamono Tono estaba esperando oír. Atónito, intercambió miradas entre los dos chicos, buscando cualquier atisbo de que le estuvieran tomando el pelo. Pero no era así. Habían perdido la importantísima Pata de Bronce y no regresaban más que con una disculpa entre las manos. Detrás de él, el guardia se removió inquieto.
—Vendido... la pata... ¡¿Cómo que la han vendido?! ¡¿PARA QUÉ SE SUPONE QUE OS HE CONTRATADO ENTONCES?! —su aullido retumbó en el silencio de la noche. Tono se llevó las manos al rostro en un desconsolado sollozo ahogado. Segundos después bajó las manos, y su rostro se había transformado en una máscara gélida de absoluto desprecio—. ¿Y el dinero? Habéis dicho que dejó el dinero atrás, ¿no? Imagino que eso sí lo tendréis.
Pero lo cierto era que no. La bolsa con el dinero se perdió cuando Doro atacó a Eri y Nabi salió corriendo con ella a cuestas en busca de ayuda. Pero Tsuwamono Tono extendió la mano, exigente.
—¡Quiero mi compensación!
—Vendido... la pata... ¡¿Cómo que la han vendido?! ¡¿PARA QUÉ SE SUPONE QUE OS HE CONTRATADO ENTONCES?! —su aullido retumbó en el silencio de la noche. Tono se llevó las manos al rostro en un desconsolado sollozo ahogado. Segundos después bajó las manos, y su rostro se había transformado en una máscara gélida de absoluto desprecio—. ¿Y el dinero? Habéis dicho que dejó el dinero atrás, ¿no? Imagino que eso sí lo tendréis.
Pero lo cierto era que no. La bolsa con el dinero se perdió cuando Doro atacó a Eri y Nabi salió corriendo con ella a cuestas en busca de ayuda. Pero Tsuwamono Tono extendió la mano, exigente.
—¡Quiero mi compensación!