13/09/2018, 00:41
(Última modificación: 13/09/2018, 00:42 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—¡¿PERO TU ESTAS LOCA O QUE TE PASA?!¡¿POR QUE ALZAS TUS ARMAS CONTRA UN CIVIL?! —gritó Reiji, interponiéndose entre ella y el trilero. Aunque ya daba igual, porque la kunoichi había girado sobre sus talones para abandonar el lugar—. No tienes ni idea de nada. ¿Acaso crees que esta gente no sabe a lo que viene?
Ayame se detuvo en seco y se volvió hacia él con una ceja alzada.
—¿Crees que toda esta gente es tonta, que no saben lo que hay? Pues claro que vienen a sabiendas, pero se la juegan por que creen que saben o pueden ver el truco. Pagan para divertirse. ¿Acaso has visto a este hombre obligando a alguien a jugar a su juego? Por supuesto que no. Todo el que se gasta sus ryos aquí sabe a lo que viene. Has juzgado a todos los aquí presentes como si fuesen tontos fáciles de engañar sin ni siquiera conocerlos, has utilizado tus armas contra los civiles de mi villa sin tener ningún tipo de cuidado. ¿Que hubiese pasado si el hombre reaccionara apartando los cubiletes? Habrías herido a un civil y ¿Por que? ¿Por ofrecer diversión a cambio de unas monedas?
—¿Has terminado? —le espetó, con el fuego ardiendo en sus entrañas y alzó los brazos, señalando a los presentes. No eran pocos los que se miraban entre sí o alternaba miradas confundidas con el trilero, como pidiendo explicaciones—. ¡Nadie en su sano juicio apostaría dinero en un juego que sabe que no puede ganar! ¡Y yo aquí sólo estoy viendo gente que, como yo, no tenían ni idea de qué iba la cosa! ¡Ese hombre está estafando a adultos, abuelos y niños por igual, sean de donde sean, y a ti te da absolutamente igual! Lo único que estoy comprobando aquí es que los ninjas de Uzushiogakure estáis todos locos. Pero haced lo que queráis, está no es ni siquiera mi aldea, no tengo el deber de cumplir la obligación de otros.
Y con aquellas últimas palabras, Ayame realizó un único sello y su cuerpo se desvaneció en el aire.
No estaba dispuesta a cometer el mismo error de la última vez y darle la espalda a un Uzujin.
Ayame se detuvo en seco y se volvió hacia él con una ceja alzada.
—¿Crees que toda esta gente es tonta, que no saben lo que hay? Pues claro que vienen a sabiendas, pero se la juegan por que creen que saben o pueden ver el truco. Pagan para divertirse. ¿Acaso has visto a este hombre obligando a alguien a jugar a su juego? Por supuesto que no. Todo el que se gasta sus ryos aquí sabe a lo que viene. Has juzgado a todos los aquí presentes como si fuesen tontos fáciles de engañar sin ni siquiera conocerlos, has utilizado tus armas contra los civiles de mi villa sin tener ningún tipo de cuidado. ¿Que hubiese pasado si el hombre reaccionara apartando los cubiletes? Habrías herido a un civil y ¿Por que? ¿Por ofrecer diversión a cambio de unas monedas?
—¿Has terminado? —le espetó, con el fuego ardiendo en sus entrañas y alzó los brazos, señalando a los presentes. No eran pocos los que se miraban entre sí o alternaba miradas confundidas con el trilero, como pidiendo explicaciones—. ¡Nadie en su sano juicio apostaría dinero en un juego que sabe que no puede ganar! ¡Y yo aquí sólo estoy viendo gente que, como yo, no tenían ni idea de qué iba la cosa! ¡Ese hombre está estafando a adultos, abuelos y niños por igual, sean de donde sean, y a ti te da absolutamente igual! Lo único que estoy comprobando aquí es que los ninjas de Uzushiogakure estáis todos locos. Pero haced lo que queráis, está no es ni siquiera mi aldea, no tengo el deber de cumplir la obligación de otros.
Y con aquellas últimas palabras, Ayame realizó un único sello y su cuerpo se desvaneció en el aire.
No estaba dispuesta a cometer el mismo error de la última vez y darle la espalda a un Uzujin.