13/09/2018, 12:50
Tsuwamono Tono apretó los puños junto a los costados. Apretó las mandíbulas hasta que parecía que se le iban a saltar los dientes. Su rostro ya había pasado por todos los colores posibles, desde el blanco de la lividez hasta el morado de la asfixia, pasando por el rojo de la ira.
—Malditos... mocosos... —gruñó, con la vena palpitándole en la frente mientras los dos genin iniciaban el viaje de regreso—. ¡Eso! ¡MARCHAOS, PANDA DE INÚTILES! —aulló, restallando un brazo en el aire como si fuera un látigo—. ¡ESTO NO VA A QUEDAR ASÍ! ¡EL DAIMYO DEL PAÍS DEL FUEGO SE ENTERARÁ DE ESTO, YA LO VERÉIS! ¡LOS SHINOBI DE UZUSHIOGAKURE NO SERVÍS PARA NADA!
Estaba claro que el fracaso de aquella misión no se saldaría sólo con su sueldo como shinobi. Había llegado a algo más. Y no tardarían en conocer la ineludible consecuencia de su fallo: Taikarune no confiaría de nuevo en los ninjas de Uzushiogakure por un tiempo, probablemente largo.
—Malditos... mocosos... —gruñó, con la vena palpitándole en la frente mientras los dos genin iniciaban el viaje de regreso—. ¡Eso! ¡MARCHAOS, PANDA DE INÚTILES! —aulló, restallando un brazo en el aire como si fuera un látigo—. ¡ESTO NO VA A QUEDAR ASÍ! ¡EL DAIMYO DEL PAÍS DEL FUEGO SE ENTERARÁ DE ESTO, YA LO VERÉIS! ¡LOS SHINOBI DE UZUSHIOGAKURE NO SERVÍS PARA NADA!
Estaba claro que el fracaso de aquella misión no se saldaría sólo con su sueldo como shinobi. Había llegado a algo más. Y no tardarían en conocer la ineludible consecuencia de su fallo: Taikarune no confiaría de nuevo en los ninjas de Uzushiogakure por un tiempo, probablemente largo.