16/09/2018, 17:39
«No es bueno… ¿teorizar?» Datsue alzó una ceja, extrañado ante la respuesta de Akame. Era cierto, los Hermanos del Desierto se caracterizaban por teorizar mucho. A veces demasiado y no siempre bien. Todavía recordaba cómo habían puesto en tela de juicio a la hija de Shiona, exculpando a Zoku, en el viaje en barco al Valle de los Dojos.
Luego, la cosa resultó cómo resultó.
Pero aquello, pensaba Datsue, era distinto. No se trataba de una paranoia propia de un joven con mente conspiranoica y demasiado tiempo libre, sino de una hipótesis bien cimentada. Akame había utilizado todas y cada una de las herramientas que le habían dado en la Academia y las había retorcido, exprimido al límite, para llegar a la conclusión que había llegado. ¿Por qué, entonces…?
Sacudió la cabeza. Tenían que centrarse en su objetivo actual.
Veinte minutos más tarde, dos sombras saltaban de tejado en tejado bajo la mística luz de la luna llena. Había una tranquilidad extraña aquella noche. La Villa estaba inusualmente callada. No se oía la siempre eterna brisa susurrando entre las ramas de los árboles. Ni el ladrido de un perro lejano. Ni el canto de los grillos.
Nada.
Las dos figuras recortadas eran las únicas que rompían aquella inusual tranquilidad. Sus siluetas avanzaron por el puente que daba al edificio del Uzukage, y la luz que allí se desprendía bañó sus cuerpos y dio forma a sus rostros. Eran los Hermanos del Desierto.
Subieron al último piso saltando las escaleras de tres en tres. Tenían prisa, y el deber de informar era acuciante. Datsue llamó a la puerta tocando dos veces con los nudillos. Pasó.
—Hanabi-sama. —Una pequeña reverencia, que aprovechó para recuperar el aliento—. Venimos a informar.
Luego, la cosa resultó cómo resultó.
Pero aquello, pensaba Datsue, era distinto. No se trataba de una paranoia propia de un joven con mente conspiranoica y demasiado tiempo libre, sino de una hipótesis bien cimentada. Akame había utilizado todas y cada una de las herramientas que le habían dado en la Academia y las había retorcido, exprimido al límite, para llegar a la conclusión que había llegado. ¿Por qué, entonces…?
Sacudió la cabeza. Tenían que centrarse en su objetivo actual.
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Veinte minutos más tarde, dos sombras saltaban de tejado en tejado bajo la mística luz de la luna llena. Había una tranquilidad extraña aquella noche. La Villa estaba inusualmente callada. No se oía la siempre eterna brisa susurrando entre las ramas de los árboles. Ni el ladrido de un perro lejano. Ni el canto de los grillos.
Nada.
Las dos figuras recortadas eran las únicas que rompían aquella inusual tranquilidad. Sus siluetas avanzaron por el puente que daba al edificio del Uzukage, y la luz que allí se desprendía bañó sus cuerpos y dio forma a sus rostros. Eran los Hermanos del Desierto.
Subieron al último piso saltando las escaleras de tres en tres. Tenían prisa, y el deber de informar era acuciante. Datsue llamó a la puerta tocando dos veces con los nudillos. Pasó.
—Hanabi-sama. —Una pequeña reverencia, que aprovechó para recuperar el aliento—. Venimos a informar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado