16/09/2018, 20:44
El jōnin se cruzó de brazos y bajó la mirada, reflexivo. Sí, aquella droga que Datsue tomaba y que él podía pedir también era mano de santo para conciliar el sueño. Diluía las pesadillas de Shukaku e incluso las hacía soportables la mayoría de las veces, pero...
—No me gusta esa mierda —masculló—. No quiero estar dependiendo de esa basura para poder dormir el resto de mi vida. Nos vamos a volver unos yonkis, coño.
Mientras caminaban, cruzando el puente de madera que separaba el Edificio del Uzukage del resto de las calles, Akame bufaba, invadido de repente por una gran frustración. Con todo el lío de aquel día, casi se había olvidado ya del analgésico, del castigo que Hanabi había impuesto a Datsue —o medida de prevención, dependiendo de cómo se viera— y de las pesadillas. Volver a la realidad le había sentado como una patada en el estómago.
—Compadre, lo que digo es... ¿Vamos a seguir así eternamente? ¿No tienes ganas de volver a casa? —cuestionó, tal vez exagerando—. Tenemos que coger el toro por los cuernos, o mejor dicho, el bijuu. Tenemos que aprender a controlar al Una Cola, antes de que a alguno de los dos nos ocurra lo que hemos visto hoy. Estoy harto de tener que mirar a mi espalda constantemente, de desconfiar de cada sombra en la que se puedan estar escondiendo esos ojos amarillos...
De repente, el Uchiha pateó una piedrecita que había en su camino, que salió volando y terminó cayendo a las turbulentas aguas bajo el puente, hundiéndose sin remedio.
—No me gusta esa mierda —masculló—. No quiero estar dependiendo de esa basura para poder dormir el resto de mi vida. Nos vamos a volver unos yonkis, coño.
Mientras caminaban, cruzando el puente de madera que separaba el Edificio del Uzukage del resto de las calles, Akame bufaba, invadido de repente por una gran frustración. Con todo el lío de aquel día, casi se había olvidado ya del analgésico, del castigo que Hanabi había impuesto a Datsue —o medida de prevención, dependiendo de cómo se viera— y de las pesadillas. Volver a la realidad le había sentado como una patada en el estómago.
—Compadre, lo que digo es... ¿Vamos a seguir así eternamente? ¿No tienes ganas de volver a casa? —cuestionó, tal vez exagerando—. Tenemos que coger el toro por los cuernos, o mejor dicho, el bijuu. Tenemos que aprender a controlar al Una Cola, antes de que a alguno de los dos nos ocurra lo que hemos visto hoy. Estoy harto de tener que mirar a mi espalda constantemente, de desconfiar de cada sombra en la que se puedan estar escondiendo esos ojos amarillos...
De repente, el Uchiha pateó una piedrecita que había en su camino, que salió volando y terminó cayendo a las turbulentas aguas bajo el puente, hundiéndose sin remedio.