16/09/2018, 22:06
(Última modificación: 16/09/2018, 22:10 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Ceniza, Verano del año 218.
Uchiha Akame apuró el pitillo mientras el Sol mañanero le daba directamente en la cara, confortándole con su calidez. Vestía su uniforme militar de Uzushiogakure, con camiseta de cuello alto y pantalones color azul marino, chaleco y placa dorada en el hombro izquierdo. Llevaba la bandana, como siempre, atada a la frente, y el resto de su equipamiento ninja debidamente colocado. Los portaobjetos, en el muslo derecho y la cintura, respectivamente; su fiel espada de color negro, enfundada en la bandolera que llevaba a la espalda. También cargaba con una mochila militar en la que había metido suficientes prendas y comida para varios días. El viaje que iban a emprender se antojaba largo y lleno de imprevistos.
Cuando vio aparecer a Datsue por el puente de madera que daba acceso al Edificio, Akame aspiró una última, honda calada y luego apagó el cigarrillo en la barandilla. El jōnin no tenía buena cara, no al menos mejor que otras veces, pero por fortuna la herida de su costado había sanado con aquella inusual rapidez a la que Akame ya se estaba acostumbrando.
—Compadre —saludó, con una media sonrisa—. ¿Listo para dar con el paradero de esos hijoputas?
Durante los dos días anteriores Akame había estado, casi exclusivamente, drogado. Se había fundido casi un cuarto del blíster de tranquilizantes que les habían dado en el hospital la noche del incidente, y como consecuencia había dormido casi la mayor parte de esas cuarenta y ocho horas. No se arrepentía; hubiera sido mucho más difícil convivir con sus pensamientos, que zumbaban de un lado para otro dentro de su cabeza como si ésta fuera un nido de abejas.
Luego, Akame se dio la media vuelta y entró en el Edificio. Saludó a quien quiera que estuviese en recepción, anunciando que el Uzukage les esperaba, y subió aquellas escaleras que ya empezaba a conocer demasiado bien.