20/09/2018, 18:23
El jōnin dio una larga calada al cigarro mientras veía a su subordinado acercarse, temblando como un flan. Tan nervioso estaba Chokichi que ni recordó hacer una leve inclinación de cabeza como saludo; mientras que Akame sí que le dedicó una, muy breve. Luego clavó sus ojos, que habían adoptado la forma del Sharingan, en los del chuunin... Y le introdujo en su Saimingan.
No habría modificaciones en el entorno, sin embargo, pues la única intención de Akame con ello era que la conversación que iban a tener quedara entre ambos.
—Buenas tardes, Chokichi-san —en su voz se podían notar también los sombríos pensamientos que le cruzaban la mente en ese momento, y pese a que seguía sonando tan calma como siempre, había algo distinto en ella. Algo pesado, más denso, más frío, como los barrotes de hierro de una celda—. Una buena lectura, sin duda —añadió, alzando la revista, enrollada, con su mano derecha—. Supongo que disfrutaste escribiéndola.
Los ojos del Uchiha, rojos como la sangre, se fijaron en los de su compañero. Lucían serenos, pero desprendían una tranquilidad amenazadora. No pensaba dejar que se escapara otra vez, o que hiciera cualquier jugarreta de las suyas. Esta vez, estaban solos. Y tenían todo el tiempo del mundo.
—Muy buena redacción, he de admitirlo. Se nota que tu verdadera pasión es el periodismo, aunque sea el de las revistas del corazón. No entiendo por qué no te dedicaste a escribir en cualquier editorial de prensa amarilla en lugar de manchar la bandana que llevas con tus pamplinas —añadió, serio.
Luego fumó otra calada, y expulsó el humo rápidamente. Su chakra empezó a emanar de su propio cuerpo como un aura sobrenatural, invisible a los ojos, pero que ocasionaría en el joven chuunin una leve molestia; una inquietud poco notable, pero que aun así estaba ahí y se notaba.
—No te molestes en negarlo, lo sé todo. Todo, Chokichi-san.
No habría modificaciones en el entorno, sin embargo, pues la única intención de Akame con ello era que la conversación que iban a tener quedara entre ambos.
—Buenas tardes, Chokichi-san —en su voz se podían notar también los sombríos pensamientos que le cruzaban la mente en ese momento, y pese a que seguía sonando tan calma como siempre, había algo distinto en ella. Algo pesado, más denso, más frío, como los barrotes de hierro de una celda—. Una buena lectura, sin duda —añadió, alzando la revista, enrollada, con su mano derecha—. Supongo que disfrutaste escribiéndola.
Los ojos del Uchiha, rojos como la sangre, se fijaron en los de su compañero. Lucían serenos, pero desprendían una tranquilidad amenazadora. No pensaba dejar que se escapara otra vez, o que hiciera cualquier jugarreta de las suyas. Esta vez, estaban solos. Y tenían todo el tiempo del mundo.
—Muy buena redacción, he de admitirlo. Se nota que tu verdadera pasión es el periodismo, aunque sea el de las revistas del corazón. No entiendo por qué no te dedicaste a escribir en cualquier editorial de prensa amarilla en lugar de manchar la bandana que llevas con tus pamplinas —añadió, serio.
Luego fumó otra calada, y expulsó el humo rápidamente. Su chakra empezó a emanar de su propio cuerpo como un aura sobrenatural, invisible a los ojos, pero que ocasionaría en el joven chuunin una leve molestia; una inquietud poco notable, pero que aun así estaba ahí y se notaba.
—No te molestes en negarlo, lo sé todo. Todo, Chokichi-san.