26/09/2018, 01:53
Kaido, en una sola intervención, había cometido dos errores:
El primero, en condicionar aquella aventura de Hageshi con Katame y Uchiha Zaide a una época en la que Dragón Rojo no formaba parte de sus vidas. Y el segundo, en creer que Amegakure podía ser tan estúpida como para dejarse pistas que revelasen sus intenciones durante el proceso, o al menos de forma accidental.
Ahora, cuando un error era intencional, la cosa tomaba otro color. Equivocarse dejaba de ser un infortunio y pasaba a formar parte de un objetivo mayor. De una desviación trabajada.
Bien le hacía honor a su Aldea aquel dicho que decía que Amegakure no debía preocuparse por borrar su rastro. La lluvia lo hacía desaparecer todo. Y cuando no, pues...
se encargaban de que ese rastro no les llevase hasta ellos.
Kaido abrió los párpados, atónito y perplejo. Era una jugada maestra. Un movimiento digno de un verdadero estratega. Hageshi, y la operación que involucraba la investigación a Dragón Rojo se había encargado de ir envenenando a Uzushio con pequeños bocadillos en el proceso, desviando toda la atención de ellos y haciendo que sus nuevos movimientos contra la mafia pasaran totalmente desapercibidos. Nadie iba a sospechar de Amegakure, cuando todo embocaba en el país de la Espiral.
Con ese panorama, sus probabilidades de éxito aumentaban considerablemente. Matar a Katame no sería su estigma, después de todo.
—Tiene sentido, mucho sentido —repitió, lacónico, y con una media sonrisa que demostraba su impresión—. ¿existe alguna posibilidad de que Uzushio se esté moviendo contra Dragón Rojo por su cuenta?
El primero, en condicionar aquella aventura de Hageshi con Katame y Uchiha Zaide a una época en la que Dragón Rojo no formaba parte de sus vidas. Y el segundo, en creer que Amegakure podía ser tan estúpida como para dejarse pistas que revelasen sus intenciones durante el proceso, o al menos de forma accidental.
Ahora, cuando un error era intencional, la cosa tomaba otro color. Equivocarse dejaba de ser un infortunio y pasaba a formar parte de un objetivo mayor. De una desviación trabajada.
Bien le hacía honor a su Aldea aquel dicho que decía que Amegakure no debía preocuparse por borrar su rastro. La lluvia lo hacía desaparecer todo. Y cuando no, pues...
se encargaban de que ese rastro no les llevase hasta ellos.
Kaido abrió los párpados, atónito y perplejo. Era una jugada maestra. Un movimiento digno de un verdadero estratega. Hageshi, y la operación que involucraba la investigación a Dragón Rojo se había encargado de ir envenenando a Uzushio con pequeños bocadillos en el proceso, desviando toda la atención de ellos y haciendo que sus nuevos movimientos contra la mafia pasaran totalmente desapercibidos. Nadie iba a sospechar de Amegakure, cuando todo embocaba en el país de la Espiral.
Con ese panorama, sus probabilidades de éxito aumentaban considerablemente. Matar a Katame no sería su estigma, después de todo.
—Tiene sentido, mucho sentido —repitió, lacónico, y con una media sonrisa que demostraba su impresión—. ¿existe alguna posibilidad de que Uzushio se esté moviendo contra Dragón Rojo por su cuenta?