28/09/2018, 16:47
Hanabi suspiró y se dio la vuelta, abandonando la hermosa vista que le ofrecía su aldea. Una aldea que últimamente no parecía hacer más que empeñarse en crearle una lista interminable de problemas. Nunca se habría imaginado que el trabajo de Uzukage hubiera sido tan complicado. Se preguntó si su antecesora —la de verdad, no aquellos efímeros intentos de líder— era mucho mejor que él y por eso parecía que el peso que caía sobre sus hombros era mucho menor o simplemente era el punto de vista desde que uno observaba. Suspiró, retirando los brazos tras la espalda, apartando un poco su sillón de cuero y tomando asiento segundos después. Se recostó sobre la mesa, apoyando el codo en la madera y la mano en la frente, sujetándose la frente.
La puerta estaba abierta. Vio la figura de uno de sus ANBU de confianza dirigiéndose hacia el despacho.
—¿Me había llamado, Uzukage-sama? —preguntó, arrodillándose ante él.
—Eh... sí, sí, Yuichi-san. Por favor, llama a Uzumaki Eri. Quiero tener una charla con ella. Dile que venga cuando tenga un tiempo largo disponible; no es nada urgente.
—Claro, Uzukage-sama —asintió el ANBU, y se levantó, echando a andar a buen ritmo en dirección contraria.
La puerta estaba abierta. Vio la figura de uno de sus ANBU de confianza dirigiéndose hacia el despacho.
—¿Me había llamado, Uzukage-sama? —preguntó, arrodillándose ante él.
—Eh... sí, sí, Yuichi-san. Por favor, llama a Uzumaki Eri. Quiero tener una charla con ella. Dile que venga cuando tenga un tiempo largo disponible; no es nada urgente.
—Claro, Uzukage-sama —asintió el ANBU, y se levantó, echando a andar a buen ritmo en dirección contraria.