25/09/2015, 15:11
La chica no pareció en un principio dispuesta a ser partícipe de semejante tipo de acción o juego, quizás no era de ese tipo de personas. Sin embargo, pese a que todo parecía apuntar hacia lo contrario, la chica seguramente pensó que un mal menor era aceptable con tal de un bien mayor. Tras la primera broma del albino, Ayame se adelantó y prosiguió la sucursal de bromas a domicilio.
La kunoichi se diluyó como una pastilla efervescente, convirtiéndose en una especie de charco de agua. En un principio Blame no entendió la broma, pero al mojar a una persona, ésta no la vio a ella, si no a un sujeto que llevaba entre manos un tremendo vaso de refresco. El hombre, enojado por haber sido mojado, la emprendió con éste otro creyendo que había sido cosa suya... tampoco era de extrañar, era el único con bebida cerca de él.
Aprovechando el momento, tanto el albino como Ayame se adelantaron unos cuantos puestos. El principal objetivo era ese, entretenerse como espectadores de sus espectáculos no podía ser... quizás en otra ocasión.
—Bien hecho, no se te da mal para ser una principiante... jajajaja.— Se jactó.
De nuevo, era turno del peliblanco. Buscó a su alrededor, un vistazo preliminar le llevó a ver a sus 10 a un grupo de señoras de avanzada edad, seguramente turistas también. Un tanto mas atrás había un señor vestido con gabardina y una pinta bastante siniestra.
«El sujeto perfecto...»
Sin pensarlo dos veces, empujó a una chica, la cual sin pretenderlo empujó a éste hombre. Antes de que sendos afectados pudieran reaccionar, el hombre terminó topando con el grupo de señoras. Adelantándose a las disculpas, o posibles desasosiegos, el albino tomó la iniciativa.
—Un exhibicionista! Cuidado señoras!— Gritó tapando su voz con un acento grave, además de camuflar su boca con la penumbra de su capucha.
En ese instante, la cara del hombre se puso pálida. ¿Quién había sido? Sin tiempo a decir una palabra, el grupo de señoras comenzó a aporrear al hombre a diestro y siniestro. No hubo un respiro para el pobre. Entre él y la chica que le había hecho tropezar intentaron redimir su culpa, pero el grupo de señoras estaban mas asustadas que dispuestas a entender que no había sido algo a propósito.
Aprovechando el descuido, y el enorme bullicio, el chico jalaría de nuevo de Ayame para adelantar otro buen cacho en dirección al castillo. El plan parecía estar saliendo a pedir de boca.
La kunoichi se diluyó como una pastilla efervescente, convirtiéndose en una especie de charco de agua. En un principio Blame no entendió la broma, pero al mojar a una persona, ésta no la vio a ella, si no a un sujeto que llevaba entre manos un tremendo vaso de refresco. El hombre, enojado por haber sido mojado, la emprendió con éste otro creyendo que había sido cosa suya... tampoco era de extrañar, era el único con bebida cerca de él.
Aprovechando el momento, tanto el albino como Ayame se adelantaron unos cuantos puestos. El principal objetivo era ese, entretenerse como espectadores de sus espectáculos no podía ser... quizás en otra ocasión.
—Bien hecho, no se te da mal para ser una principiante... jajajaja.— Se jactó.
De nuevo, era turno del peliblanco. Buscó a su alrededor, un vistazo preliminar le llevó a ver a sus 10 a un grupo de señoras de avanzada edad, seguramente turistas también. Un tanto mas atrás había un señor vestido con gabardina y una pinta bastante siniestra.
«El sujeto perfecto...»
Sin pensarlo dos veces, empujó a una chica, la cual sin pretenderlo empujó a éste hombre. Antes de que sendos afectados pudieran reaccionar, el hombre terminó topando con el grupo de señoras. Adelantándose a las disculpas, o posibles desasosiegos, el albino tomó la iniciativa.
—Un exhibicionista! Cuidado señoras!— Gritó tapando su voz con un acento grave, además de camuflar su boca con la penumbra de su capucha.
En ese instante, la cara del hombre se puso pálida. ¿Quién había sido? Sin tiempo a decir una palabra, el grupo de señoras comenzó a aporrear al hombre a diestro y siniestro. No hubo un respiro para el pobre. Entre él y la chica que le había hecho tropezar intentaron redimir su culpa, pero el grupo de señoras estaban mas asustadas que dispuestas a entender que no había sido algo a propósito.
Aprovechando el descuido, y el enorme bullicio, el chico jalaría de nuevo de Ayame para adelantar otro buen cacho en dirección al castillo. El plan parecía estar saliendo a pedir de boca.