1/11/2018, 19:48
El rostro de Hanabi fue dibujando una mueca incrédula a medida que Eri relataba las acciones a sus espaldas. Tuvo que reconocerse, en el interior, que aquella jugada era más típica de un ninja como Datsue y como Akame que como ella, y por un momento pensó si no estaba cometiendo un grave error y si al final el único ninja en el que de verdad podía confiar seguía siendo Katsudon, pero finalmente decidió que si hubiera sido Datsue el que se hubiera encontrado con Ayame, probablemente se habría enterado por otros medios. Quizás en un periódico, en una noticia en la que se mostraba un dibujo del estado catastrófico en el que había quedado algún remoto rincón del bosque del País del Fuego, o algo así.
No obstante, se había vuelto un hombre cauto. Negó con la cabeza, y señaló la mesa.
—Valoro tu iniciativa y espero que esa carta de verdad sea una disculpa digna, pero como comprenderás Amegakure no me ha dado muchas alegrías últimamente. Salvo se exprese lo contrario, ahora mismo son nuestros enemigos. Deja esa carta encima de la mesa, y espera a que llame a un especialista en Fuuinjutsu. —Suspiró—. Al fin y al cabo, la última carta que recibí del oeste llevaba dentro un puñetero Tsunami. Seguro que hasta tú has oído hablar de eso, ¿eh?
El Uzukage llamó al timbre y esperó con diligencia a que alguien más viniera a comprobar si el pergamino poseía una técnica de sellado oculta. Tras una rápida revisión, el especialista, un hombre calvo con perilla de color perlado y unos inquietantes ojos dorados, decidió que no había nada que tener en el mensaje y entregó el rollo de papel a su kage, quien le ordenó marcharse y dejarlos de nuevo en soledad.
—Bien, veamos de qué trata la misiva de Ayame, la Destructora de Gradas —canturreó, y le quitó el envoltorio al pergamino. Lo desplegó frente a sí.
No obstante, se había vuelto un hombre cauto. Negó con la cabeza, y señaló la mesa.
—Valoro tu iniciativa y espero que esa carta de verdad sea una disculpa digna, pero como comprenderás Amegakure no me ha dado muchas alegrías últimamente. Salvo se exprese lo contrario, ahora mismo son nuestros enemigos. Deja esa carta encima de la mesa, y espera a que llame a un especialista en Fuuinjutsu. —Suspiró—. Al fin y al cabo, la última carta que recibí del oeste llevaba dentro un puñetero Tsunami. Seguro que hasta tú has oído hablar de eso, ¿eh?
El Uzukage llamó al timbre y esperó con diligencia a que alguien más viniera a comprobar si el pergamino poseía una técnica de sellado oculta. Tras una rápida revisión, el especialista, un hombre calvo con perilla de color perlado y unos inquietantes ojos dorados, decidió que no había nada que tener en el mensaje y entregó el rollo de papel a su kage, quien le ordenó marcharse y dejarlos de nuevo en soledad.
—Bien, veamos de qué trata la misiva de Ayame, la Destructora de Gradas —canturreó, y le quitó el envoltorio al pergamino. Lo desplegó frente a sí.