3/10/2015, 22:24
El tiburón alzó una ceja cuando oyó como le había llamado Ayame. Carpa, ¿es que no era eso una tienda que se usaba para acampar?...
Pensó en corregirla de inmediato, pero pronto descartó la idea puesto que sus métodos de corrección eran muy bruscos para una señorita como ella. Así que la dejó continuar su relato, en el que advirtió tener dos teorías para el tema de la lluvia. Lo primero, y un tanto fantástico, respondía a la posibilidad de que fuera el Dios venerado en Amegakure el responsable de tan caprichoso clima lluvioso. Por otro lado, la lógica humana daba paso a una explicación mucho más razonable, la cual insinuaba que era una mezcla entre condiciones geográficas y climatológicas lo que daba vida a un fenómeno tan particular como ese.
Él no era demasiado creyente que digamos. Irónico, teniendo en cuenta que su apariencia generaba una discusión similar en base a la verdadera razón del por qué era un joven azul y con agallas. Muchos creían que se trataba de una maldición, otros de un cruel experimento; y aunque el tiburón se lo había preguntado bastante hace un par de años atrás, ahora mismo no parecía preocuparse por ello.
Los Hozuki habían hecho un buen trabajo mermando su curiosidad, a tal punto de obviar completamente su pasado aún cuando un espejo era suficiente para recordarle que había cosas que aún no sabía y que desde luego eran ocultadas por quienes le controlaban.
—Bueno, no. No tengo ninguna teoría, al menos no una tan buena como la tuya. Pero si tuviera que elegir una pues yo diría que la segunda, porque eso de que un Dios se encuentre sobre una nube lloriqueando todo el año sobre nosotros no me hace mucha gracia —refunfuñó—. aún así, si resulta que deja de llover mañana creo que podría haberse ofendido por lo que he dicho ahora y ahí sí me tomaría en serio esa fábula, hasta pediría disculpas o le haría una ofrenda.
»Después de todo, no creo que a día de hoy pueda patearle el culo a un ser tan magnánimo como el Ame no kami. Y nadie quiere la ira de un Dios sobre sus hombros, ¿cierto?
Pensó en corregirla de inmediato, pero pronto descartó la idea puesto que sus métodos de corrección eran muy bruscos para una señorita como ella. Así que la dejó continuar su relato, en el que advirtió tener dos teorías para el tema de la lluvia. Lo primero, y un tanto fantástico, respondía a la posibilidad de que fuera el Dios venerado en Amegakure el responsable de tan caprichoso clima lluvioso. Por otro lado, la lógica humana daba paso a una explicación mucho más razonable, la cual insinuaba que era una mezcla entre condiciones geográficas y climatológicas lo que daba vida a un fenómeno tan particular como ese.
Él no era demasiado creyente que digamos. Irónico, teniendo en cuenta que su apariencia generaba una discusión similar en base a la verdadera razón del por qué era un joven azul y con agallas. Muchos creían que se trataba de una maldición, otros de un cruel experimento; y aunque el tiburón se lo había preguntado bastante hace un par de años atrás, ahora mismo no parecía preocuparse por ello.
Los Hozuki habían hecho un buen trabajo mermando su curiosidad, a tal punto de obviar completamente su pasado aún cuando un espejo era suficiente para recordarle que había cosas que aún no sabía y que desde luego eran ocultadas por quienes le controlaban.
—Bueno, no. No tengo ninguna teoría, al menos no una tan buena como la tuya. Pero si tuviera que elegir una pues yo diría que la segunda, porque eso de que un Dios se encuentre sobre una nube lloriqueando todo el año sobre nosotros no me hace mucha gracia —refunfuñó—. aún así, si resulta que deja de llover mañana creo que podría haberse ofendido por lo que he dicho ahora y ahí sí me tomaría en serio esa fábula, hasta pediría disculpas o le haría una ofrenda.
»Después de todo, no creo que a día de hoy pueda patearle el culo a un ser tan magnánimo como el Ame no kami. Y nadie quiere la ira de un Dios sobre sus hombros, ¿cierto?