11/11/2018, 23:45
Al despedirse de Hanabi y dirigirse a su casa recordó lo necesario para partir. No hizo falta más que llenar su mochila, tomar su gruesa capa de viaje con capucha de color marrón y modificar sus ropas ligeramente. Guardó el chaleco de Jounin en la mochila pero dejó la chapa identificativa en su hombro derecho, por si lo necesitaba. Ató su bandana al cuello y se decantó por ropas oscuras: una túnica grisácea de mangas anchas y largas con un pequeño cinturón al que se ataba su portaobjetos, sus mallas largas negras y sus botas del mismo color. Se vistió rápidamente y acudió al puerto.
Recorrió el lugar varias veces, sin hallar donde se encontraba el barco que Hanabi le había indicado, hasta que observó un navío de metal y a medio oxidar. Pudo leer, difícilmente; La Nova de Shiona y se sintió terriblemente angustiada al verlo así, pero negó con la cabeza.
Ella tenía que ganar la Paz, por Shiona-sama, por Hanabi-sama.
Por Ayame.
Por ella.
Entre ojeadas encontró a un señor gruñón con una pata de palo bajando por la pasarela.
—¿Vas pa' Coladragón con nosotros o qué? —dijo. Escupió a un lado—. Va, niña, sube ya que ya vamos bien tarde hostia.
—V-voy... —alegó, incapaz de articular una buena palabra. La verdad es que no se lo había esperado para nada. Pero, tras echar una última ojeada a la villa desde el puerto, asintió y subió tras el viejo gruñón.
Recorrió el lugar varias veces, sin hallar donde se encontraba el barco que Hanabi le había indicado, hasta que observó un navío de metal y a medio oxidar. Pudo leer, difícilmente; La Nova de Shiona y se sintió terriblemente angustiada al verlo así, pero negó con la cabeza.
Ella tenía que ganar la Paz, por Shiona-sama, por Hanabi-sama.
Por Ayame.
Por ella.
Entre ojeadas encontró a un señor gruñón con una pata de palo bajando por la pasarela.
—¿Vas pa' Coladragón con nosotros o qué? —dijo. Escupió a un lado—. Va, niña, sube ya que ya vamos bien tarde hostia.
—V-voy... —alegó, incapaz de articular una buena palabra. La verdad es que no se lo había esperado para nada. Pero, tras echar una última ojeada a la villa desde el puerto, asintió y subió tras el viejo gruñón.