14/11/2018, 01:44
Datsue corría. Corría a todo lo que le daban las piernas. Sin lamentaciones. Sin remordimientos. Decían que huir era de cobardes, pero él siempre había pensado que era de supervivientes. Los que se quedaban a enfrentarse a la muerte, normalmente acababan sepultados bajo tierra. Como héroes, sí. Con una bonita inscripción en su lápida y, alguno, incluso con majestuosas estatuas decorando algún valle o lago.
Él era un chico sin grandes pretensiones. Prefería perderse todo eso a cambio de seguir respirando.
No fue hasta que se creyó a salvo —y no por los gritos de Juro—, que ralentizó su carrera, deteniéndose finalmente en un claro del bosque. Se llevó las manos a las rodillas y trató de sosegarse. Respiraba entrecortadamente, no por el cansancio, sino por los nervios que todavía agarrotaban todos y cada uno de sus músculos. Había tomado el tercer camino más arriesgado, y casi había perdido la vida por ello.
¿Y si hubiese sido lo suficiente intrépido para escoger el segundo? ¿Ya ni hablemos del primero? Daba gracias de ni haberlo intentado.
«¡JAAAAAAAÁ! ¡Se nota que no conoces a Kokuō! ¿Creías que ibas a convencerla con eso? ¡JIAJIAJIA! ¡Qué patético! ¡Y ahora huyes con el rabo entre las piernas! ¡¡No mereces el apodo que un día te di!! ¡¿Hermano del Desierto?! ¡Pff! ¡Tú lo que eres es el Hermano de las Ratas! ¡¡¡ME AVERGÜENZAS!!!»
El Uchiha se irguió, y, haciendo caso omiso de las palabras de Shukaku, formó un sello. Sí, quizá él fuese un cobarde, pero…
¡Pluf!
—Ah, no. No, no, no. ¡Eso sí que no te lo voy a consentir! —Era Datsue quien hablaba. Pero no el real, sino el Kage Bunshin que acababa de crear—. ¿Por qué me tienes que usar a mí de conejillo de indias? Échale huevos y hazlo tú, joder. Me niego a morir. ¡Me niego!
Datsue bufó. ¿Por qué sus clones siempre le complicaban tanto la vida? Pero, ¡si era él mismo! En ese momento, Juro llegó hasta él. Levantó una mano para pedirle un momento.
—Dame un momento —pidió al kusajin, para luego redirigir la mirada a su clon—. ¿Te das cuenta que ya tienes fecha de caducidad? Si vas a morir igual, joder. —El clon abrió la boca, frunció el ceño, y finalmente la cerró de nuevo. Poco podía discutir aquel argumento—. Ah, pero tú tienes la suerte de poder elegir cómo morir. Puedes hacerlo aquí y ahora, desapareciendo en una simple nube de humo, sin ser recordado, sin dejar huella…; o puedes hacerlo convirtiéndote en un mártir. En un verdadero héroe. Marcando la diferencia.
El clon se llevó una mano al mentón y lo meditó por unos segundos. Su yo real era tan tentador… Y además es que tenía razón. Joder, sí que la tenía. La suya era una vida corta más corta que la de un mosquito.
—Tienes razón. A diferencia de ti, yo sí seré recordado por algo intrépido. Y, ¿sabes qué? —le espetó, chulo—. No voy a escoger el camino dos, que era el que pretendías que tomase. No, ¡voy a por el uno! ¡Con dos huevos! ¿Y sabes por qué?
Silencio. El Datsue real suspirando de exasperación. Le conocía. Se conocía. Demasiado bien como para saber que, si no caía en el anzuelo y no preguntaba, aquel silencio se perpetuaría por la eternidad.
—¿Por qué, joder, por qué? —«¡Qué tío más desesperante, me cago en mi puta vida!»
—Porque yo, a diferencia de ti —le clavó un dedo en el pecho—, sí soy Datsue el Intrépido. ¡JAAAJAJA!
«¿Por qué cada vez me salen más estúpidos? Vaya patada en la boca que tiene el jodido»
—Espera —pidió al clon, conocedor que con aquel cierre triunfal estaba a punto de salir corriendo—. Toma esto, podrás necesitarlo.
Datsue le pasó tres objetos —uno que estaba sellado en su cuerpo; otro que estaba en un bolsillo de su chaleco, y un último que estaba en su portaobjetos— y el clon asintió con gesto solemne, guardándoselos en su propio portaobjetos. Entonces activó el Sharingan, escaló por el árbol más cercano y se alejó deshaciendo el camino de Datsue. Pero por las ramas, en un silencio fúnebre, en busca de un aura tan luminosa y cegadora como podía serlo el mismísimo sol.
¿Su objetivo? Dar con el rastro de Ayame…
... sin ser descubierto.
Él era un chico sin grandes pretensiones. Prefería perderse todo eso a cambio de seguir respirando.
No fue hasta que se creyó a salvo —y no por los gritos de Juro—, que ralentizó su carrera, deteniéndose finalmente en un claro del bosque. Se llevó las manos a las rodillas y trató de sosegarse. Respiraba entrecortadamente, no por el cansancio, sino por los nervios que todavía agarrotaban todos y cada uno de sus músculos. Había tomado el tercer camino más arriesgado, y casi había perdido la vida por ello.
¿Y si hubiese sido lo suficiente intrépido para escoger el segundo? ¿Ya ni hablemos del primero? Daba gracias de ni haberlo intentado.
«¡JAAAAAAAÁ! ¡Se nota que no conoces a Kokuō! ¿Creías que ibas a convencerla con eso? ¡JIAJIAJIA! ¡Qué patético! ¡Y ahora huyes con el rabo entre las piernas! ¡¡No mereces el apodo que un día te di!! ¡¿Hermano del Desierto?! ¡Pff! ¡Tú lo que eres es el Hermano de las Ratas! ¡¡¡ME AVERGÜENZAS!!!»
El Uchiha se irguió, y, haciendo caso omiso de las palabras de Shukaku, formó un sello. Sí, quizá él fuese un cobarde, pero…
¡Pluf!
—Ah, no. No, no, no. ¡Eso sí que no te lo voy a consentir! —Era Datsue quien hablaba. Pero no el real, sino el Kage Bunshin que acababa de crear—. ¿Por qué me tienes que usar a mí de conejillo de indias? Échale huevos y hazlo tú, joder. Me niego a morir. ¡Me niego!
Datsue bufó. ¿Por qué sus clones siempre le complicaban tanto la vida? Pero, ¡si era él mismo! En ese momento, Juro llegó hasta él. Levantó una mano para pedirle un momento.
—Dame un momento —pidió al kusajin, para luego redirigir la mirada a su clon—. ¿Te das cuenta que ya tienes fecha de caducidad? Si vas a morir igual, joder. —El clon abrió la boca, frunció el ceño, y finalmente la cerró de nuevo. Poco podía discutir aquel argumento—. Ah, pero tú tienes la suerte de poder elegir cómo morir. Puedes hacerlo aquí y ahora, desapareciendo en una simple nube de humo, sin ser recordado, sin dejar huella…; o puedes hacerlo convirtiéndote en un mártir. En un verdadero héroe. Marcando la diferencia.
El clon se llevó una mano al mentón y lo meditó por unos segundos. Su yo real era tan tentador… Y además es que tenía razón. Joder, sí que la tenía. La suya era una vida corta más corta que la de un mosquito.
—Tienes razón. A diferencia de ti, yo sí seré recordado por algo intrépido. Y, ¿sabes qué? —le espetó, chulo—. No voy a escoger el camino dos, que era el que pretendías que tomase. No, ¡voy a por el uno! ¡Con dos huevos! ¿Y sabes por qué?
Silencio. El Datsue real suspirando de exasperación. Le conocía. Se conocía. Demasiado bien como para saber que, si no caía en el anzuelo y no preguntaba, aquel silencio se perpetuaría por la eternidad.
—¿Por qué, joder, por qué? —«¡Qué tío más desesperante, me cago en mi puta vida!»
—Porque yo, a diferencia de ti —le clavó un dedo en el pecho—, sí soy Datsue el Intrépido. ¡JAAAJAJA!
«¿Por qué cada vez me salen más estúpidos? Vaya patada en la boca que tiene el jodido»
—Espera —pidió al clon, conocedor que con aquel cierre triunfal estaba a punto de salir corriendo—. Toma esto, podrás necesitarlo.
Datsue le pasó tres objetos —uno que estaba sellado en su cuerpo; otro que estaba en un bolsillo de su chaleco, y un último que estaba en su portaobjetos— y el clon asintió con gesto solemne, guardándoselos en su propio portaobjetos. Entonces activó el Sharingan, escaló por el árbol más cercano y se alejó deshaciendo el camino de Datsue. Pero por las ramas, en un silencio fúnebre, en busca de un aura tan luminosa y cegadora como podía serlo el mismísimo sol.
¿Su objetivo? Dar con el rastro de Ayame…
... sin ser descubierto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado