20/11/2018, 18:44
El jōnin quedó ligeramente estupefacto ante la reacción indiferente de aquel misterioso ninja; el tipo simplemente se dio la vuelta sobre sus talones, abandonando la escena para ayudar a las víctimas del asalto. Entre las sombras de su capucha Akame pudo distinguir algún tipo de prenda o máscara que cubría su rostro; «¿un ninja que no desea ser reconocido?» Mientras le veía alejarse, el Uchiha no pudo evitar sentir una extraña incomodidad. «Aquí ocurre algo raro...»
Sea como fuere, el uzujin no iba a dejar a aquel criminal allí en medio, tirado como un saco de patatas. De su portaobjetos sacó una bobina de hilo con la que ató las muñecas del forajido detrás de su espalda, apretando tanto la lazada que el filamento se clavó en su piel y le hizo sangre.
—¡Con cuidado, joder, que me vas a cortar las manos! —protestó el asaltante con gran descaro—. Putos ninjas, seguro que ni siquiera estáis dentro de vuestra jurisdicción...
Akame le propinó un empujón que casi hizo caer de boca al tipo —logró mantener el equilibrio por muy poco—, con las formas desagradables que un bandido de su calaña se merecía.
—Cierra la boca, carroña. Mi jurisdicción siempre está entre alguien que quiere rajarme las tripas y yo.
Cuando volvieron junto a los supervivientes de la caravana, el paisaje no podía ser menos alentador. Sólo uno de los carromatos se mantenía en pie e intacto, mientras que otro había volcado, y los otros dos estaban seriamente dañados. Además, las bestias de tiro habían roto sus arreos y se habían perdido en la espesura de la noche. «Por las tetas de Amaterasu, ¿qué demonios hacemos ahora? Esto va a ser problemático...» No sabía a qué altura del camino estaban, pero sin duda debían quedarles varias horas de camino hasta su destino.
Al ver al misterioso encapuchado acercarse, algunos de los supervivientes se le habían tirado encima —casi literalmente—. Su despliegue de habilidad y saber hacer en la refriega no había pasado desapercibido, de modo que ahora aquellos civiles veían en él la posibilidad de salvación. Empezaron a atosigarle con peticiones de auxilio, quejas sobre sus pertenencias robadas o exigencias de que atrapase al resto de los bandidos. Akame, por su parte, se acercó a la multitud sujetando al jefe de los forajidos por uno de sus musculosos brazos.
—¡A ver, a ver, calma todo el mundo! —vociferó—. ¡Soy Uchiha Akame, jōnin de Uzushiogakure no Sato! Vamos a tranquilizarnos todos.
La multitud, al reconocer el nombre y estatus del ninja, empezó a ponerse incluso más nerviosa. Que si había que encontrar a la hija de no sé quién, que si había que atrapar a los dos bandidos que se habían llevado el dinero de la herencia de tal... El jōnin terminó por agachar la cabeza con aire resignado, masajeándose las sienes.
—Esto es un maldito lío... Eh, shinobi-san —llamó la atención del encapuchado—. ¿Qué tal se te da rastrear? ¿Podrías encontrar a los pasajeros que han huído por el bosque antes de que algún forajido rezagado lo haga?
Sea como fuere, el uzujin no iba a dejar a aquel criminal allí en medio, tirado como un saco de patatas. De su portaobjetos sacó una bobina de hilo con la que ató las muñecas del forajido detrás de su espalda, apretando tanto la lazada que el filamento se clavó en su piel y le hizo sangre.
—¡Con cuidado, joder, que me vas a cortar las manos! —protestó el asaltante con gran descaro—. Putos ninjas, seguro que ni siquiera estáis dentro de vuestra jurisdicción...
Akame le propinó un empujón que casi hizo caer de boca al tipo —logró mantener el equilibrio por muy poco—, con las formas desagradables que un bandido de su calaña se merecía.
—Cierra la boca, carroña. Mi jurisdicción siempre está entre alguien que quiere rajarme las tripas y yo.
Cuando volvieron junto a los supervivientes de la caravana, el paisaje no podía ser menos alentador. Sólo uno de los carromatos se mantenía en pie e intacto, mientras que otro había volcado, y los otros dos estaban seriamente dañados. Además, las bestias de tiro habían roto sus arreos y se habían perdido en la espesura de la noche. «Por las tetas de Amaterasu, ¿qué demonios hacemos ahora? Esto va a ser problemático...» No sabía a qué altura del camino estaban, pero sin duda debían quedarles varias horas de camino hasta su destino.
Al ver al misterioso encapuchado acercarse, algunos de los supervivientes se le habían tirado encima —casi literalmente—. Su despliegue de habilidad y saber hacer en la refriega no había pasado desapercibido, de modo que ahora aquellos civiles veían en él la posibilidad de salvación. Empezaron a atosigarle con peticiones de auxilio, quejas sobre sus pertenencias robadas o exigencias de que atrapase al resto de los bandidos. Akame, por su parte, se acercó a la multitud sujetando al jefe de los forajidos por uno de sus musculosos brazos.
—¡A ver, a ver, calma todo el mundo! —vociferó—. ¡Soy Uchiha Akame, jōnin de Uzushiogakure no Sato! Vamos a tranquilizarnos todos.
La multitud, al reconocer el nombre y estatus del ninja, empezó a ponerse incluso más nerviosa. Que si había que encontrar a la hija de no sé quién, que si había que atrapar a los dos bandidos que se habían llevado el dinero de la herencia de tal... El jōnin terminó por agachar la cabeza con aire resignado, masajeándose las sienes.
—Esto es un maldito lío... Eh, shinobi-san —llamó la atención del encapuchado—. ¿Qué tal se te da rastrear? ¿Podrías encontrar a los pasajeros que han huído por el bosque antes de que algún forajido rezagado lo haga?