20/11/2018, 21:07
Pero el jōnin no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Con cada palabra que decía, Datsue cavaba más hondo en aquel hoyo de desconfianza que de repente se abría paso en el pecho del mayor de los Uchiha. Pese a que en un principio había sido sólo una nota disonante, un leve presentimiento de que una parte de la perorata de Datsue no encajaba, a cada segundo que pasaba Akame tenía más y más claro que algo estaba pasando. Algo le ocultaba su compadre. Entre ellos dos siempre había habido secretos y rencillas, como buenos Hermanos que eran, pero al final siempre lo habían acabado solucionando. Juntos, ellos eran imparables; pese a que sus diferencias fuesen, a veces, más notables que aquellas cosas que les unían.
Akame volvió a cruzarse de brazos, esta vez con gesto más sereno que el anterior. Sólo varió su postura el tiempo necesario para sacarse un cigarrillo, colocárselo entre los labios y encenderlo con parsimonia. Todo sin levantar la vista de su compadre.
Cuando fumó un par de caladas, dejó escapar el aire directamente hacia Datsue, y luego habló.
—¿Qué es lo que no me conviene pues? —quiso saber. De nuevo su voz no sonaba amenazante, pero sí profundamente inquisitiva, como un afilado senbon penetrando en la carne de su objetivo—. ¿Y qué trapos sucios? ¿De qué demonios hablas?
Tan asimilada tenía su posición y su vida en Uzu que, ni siquiera durante aquella conversación, el Uchiha se planteó la posibilidad de que Datsue hubiera descubierto sus secretos orígenes. Él era Uchiha Akame de Uzushiogakure, y lo más importante, se sentía Uchiha Akame de Uzushiogakure. Cualquier vestigio del pasado que pudiera sugerir lo contrario era, para el joven jōnin, simplemente como el retazo difuso de un sueño muy lejano. Como si, en realidad, jamás hubiese sucedido.
Akame volvió a cruzarse de brazos, esta vez con gesto más sereno que el anterior. Sólo varió su postura el tiempo necesario para sacarse un cigarrillo, colocárselo entre los labios y encenderlo con parsimonia. Todo sin levantar la vista de su compadre.
Cuando fumó un par de caladas, dejó escapar el aire directamente hacia Datsue, y luego habló.
—¿Qué es lo que no me conviene pues? —quiso saber. De nuevo su voz no sonaba amenazante, pero sí profundamente inquisitiva, como un afilado senbon penetrando en la carne de su objetivo—. ¿Y qué trapos sucios? ¿De qué demonios hablas?
Tan asimilada tenía su posición y su vida en Uzu que, ni siquiera durante aquella conversación, el Uchiha se planteó la posibilidad de que Datsue hubiera descubierto sus secretos orígenes. Él era Uchiha Akame de Uzushiogakure, y lo más importante, se sentía Uchiha Akame de Uzushiogakure. Cualquier vestigio del pasado que pudiera sugerir lo contrario era, para el joven jōnin, simplemente como el retazo difuso de un sueño muy lejano. Como si, en realidad, jamás hubiese sucedido.