21/11/2018, 13:55
Pese a lo que pudiera pensarse, la silente actitud de los Hermanos durante el resto del viaje hasta los Dojos agradó a Akame, al fin y al cabo él era un ninja de pocas palabras. Aunque normalmente gustaba de charlar con su compadre, contar historias o echarse unas risas, tampoco le desagradaba el silencio. Así fue que recorrieron Uzu no Kuni, cruzaron la frontera de Hi no Kuni y finalmente avistaron las enormes cordilleras en el horizonte que anunciaban el poco camino que les quedaba por recorrer hasta llegar al famosísimo Valle de los Dojos. Conforme se iban acercando, recuerdos del Torneo acudían a la mente del joven Uchiha; en semejantes circunstancias, aquellas historias parecían casi de fantasía. Las tres Villas compitiendo en sana rivalidad, con sus ninjas conviviendo y entablando amistades sin temor a las represalias.
«Oonindo ha cambiado mucho...»
No tuvieron problemas para ingresar —uno de los guardias incluso reconoció a Akame cuando éste se presentó—, y una vez dentro pusieron rumbo a Sendōshi. La gran urbe céntrica del Valle ofrecía todas las acomodaciones que dos ninjas cansados podían necesitar, además de representar un punto inmejorable para establecer su primera medición. Sin embargo, al ver el cartel que anunciaba la dirección en la que había que ir para llegar al complejo donde los participantes de Uzu se habían alojado durante el Torneo, Akame no pudo evitar sentir una profunda punzada de dolor en el corazón.
Allí había conocido a Kageyama Koko, se había enamorado de ella y había comenzado una relación que terminaría abruptamente meses después. Todavía recordaba el restaurante al que habían ido a comer por primera vez, la calidez de las sábanas de su habitación, la suavidad de su piel...
«Ella ya no está aquí.»
Cuando el Sol ya se encontraba en lo más alto del cielo, los dos muchachos deglutían con voracidad un sabrosísimo asado de cochinillo del Valle, un plato muy famoso por su carne jugosa y su salsa especial, receta única en Oonindo. Akame se encontraba devorando las últimas piezas de su ración, acompañada de papas y verduras salteadas como guarnición, cuando decidió romper el silencio que había predominado durante el viaje.
—Joder, este cochinillo está de puta madre. Lástima que tengamos que darnos el piro mañana, me quedaría aquí una semana. ¿Te acuerdas de...? —el Uchiha carraspeó sonoramente. Precisamente las vivencias que él y Datsue habían compartido durante el Torneo no eran muy agradables—. Digo, de... Ejem, de...
Incapaz de improvisar, el jōnin terminó por bajar la mirada.
—¿Hacia dónde apunta tu brújula?
«Oonindo ha cambiado mucho...»
No tuvieron problemas para ingresar —uno de los guardias incluso reconoció a Akame cuando éste se presentó—, y una vez dentro pusieron rumbo a Sendōshi. La gran urbe céntrica del Valle ofrecía todas las acomodaciones que dos ninjas cansados podían necesitar, además de representar un punto inmejorable para establecer su primera medición. Sin embargo, al ver el cartel que anunciaba la dirección en la que había que ir para llegar al complejo donde los participantes de Uzu se habían alojado durante el Torneo, Akame no pudo evitar sentir una profunda punzada de dolor en el corazón.
Allí había conocido a Kageyama Koko, se había enamorado de ella y había comenzado una relación que terminaría abruptamente meses después. Todavía recordaba el restaurante al que habían ido a comer por primera vez, la calidez de las sábanas de su habitación, la suavidad de su piel...
«Ella ya no está aquí.»
Cuando el Sol ya se encontraba en lo más alto del cielo, los dos muchachos deglutían con voracidad un sabrosísimo asado de cochinillo del Valle, un plato muy famoso por su carne jugosa y su salsa especial, receta única en Oonindo. Akame se encontraba devorando las últimas piezas de su ración, acompañada de papas y verduras salteadas como guarnición, cuando decidió romper el silencio que había predominado durante el viaje.
—Joder, este cochinillo está de puta madre. Lástima que tengamos que darnos el piro mañana, me quedaría aquí una semana. ¿Te acuerdas de...? —el Uchiha carraspeó sonoramente. Precisamente las vivencias que él y Datsue habían compartido durante el Torneo no eran muy agradables—. Digo, de... Ejem, de...
Incapaz de improvisar, el jōnin terminó por bajar la mirada.
—¿Hacia dónde apunta tu brújula?