21/11/2018, 14:17
Datsue estaba a punto de activarla en su antebrazo cuando negó con la cabeza.
—Mejor en la habitación —decidió, cauteloso.
Por extraño que pudiese parecer, el Uchiha no estaba atiborrándose con el asado. Tenía el estómago cerrado, y es que no eran pocos los recuerdos que también le venían a él. Allí había visto por última vez a la Eri y Nabi de la promoción de Akame, antes de sus trágicas muertes. Allí había sido también —a unos kilómetros— donde había perdido la virginidad con Aiko. Donde se había enemistado con Ayame. Donde una cebolla había empezado una disputa que a punto había estado de sacudir los mismísimos cimientos de Oonindo.
¿Cómo era el dicho? El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo. «Ya lo creo que sí».
—Nos vemos arriba —dijo, levantándose, y olvidándose de pagar su parte.
Estaban en el cuarto de Datsue. El gran mapa de Oonindo, extendido sobre la cama. En la mano del Uchiha, una brújula. Una brújula de verdad, que le sirvió para orientar el mapa en la dirección correcta. Cuando ambos estuvieron de acuerdo en que no se podía precisar más el ángulo, Datsue posó la mano sobre el Valle de los Dojos y en el papel se dibujó una sencilla y minimalista brújula. La aguja se movió —«¡estamos dentro del rango!»—, apuntando a Aiko.
Apuntando a Amegakure.
—Lapiz y algo recto para trazar la línea —pidió a Akame, para después marcar con una raya sobre el mapa la dirección. Una raya que atravesó las Llanuras de la Tempestad Eterna, el Bosque de Azur y que pasaba muy cerca de Shinogi-to y Coladragón—. Pues parece que no está muy al norte. —Eso eran buenas noticias.
—Mejor en la habitación —decidió, cauteloso.
Por extraño que pudiese parecer, el Uchiha no estaba atiborrándose con el asado. Tenía el estómago cerrado, y es que no eran pocos los recuerdos que también le venían a él. Allí había visto por última vez a la Eri y Nabi de la promoción de Akame, antes de sus trágicas muertes. Allí había sido también —a unos kilómetros— donde había perdido la virginidad con Aiko. Donde se había enemistado con Ayame. Donde una cebolla había empezado una disputa que a punto había estado de sacudir los mismísimos cimientos de Oonindo.
¿Cómo era el dicho? El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo. «Ya lo creo que sí».
—Nos vemos arriba —dijo, levantándose, y olvidándose de pagar su parte.
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Estaban en el cuarto de Datsue. El gran mapa de Oonindo, extendido sobre la cama. En la mano del Uchiha, una brújula. Una brújula de verdad, que le sirvió para orientar el mapa en la dirección correcta. Cuando ambos estuvieron de acuerdo en que no se podía precisar más el ángulo, Datsue posó la mano sobre el Valle de los Dojos y en el papel se dibujó una sencilla y minimalista brújula. La aguja se movió —«¡estamos dentro del rango!»—, apuntando a Aiko.
Apuntando a Amegakure.
—Lapiz y algo recto para trazar la línea —pidió a Akame, para después marcar con una raya sobre el mapa la dirección. Una raya que atravesó las Llanuras de la Tempestad Eterna, el Bosque de Azur y que pasaba muy cerca de Shinogi-to y Coladragón—. Pues parece que no está muy al norte. —Eso eran buenas noticias.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado