23/11/2018, 13:55
Eri se refugió en el interior de una solitaria cueva, a medio camino entre Coladragón y Amegakure. Allí, no encontró medios para encender fuego alguno. Había piedras, sí, quizás algo de pedernal. Pero, ¿de dónde iba a sacar algo que pudiera prender? No había madera en kilómetros a la redonda. Y sus ropas estaban todas empapadas. Al menos pudo acurrucarse en un rincón. Se dio cuenta de que se encontraba a gusto. Muy a gusto. Helada, pero extremadamente a...
...Eri perdió el conocimiento y entró en hipotermia.
—Era sólo cuestión de tiempo que uno de esos uzujin intentara entrar en el país para espiarnos. —La voz de un hombre la despertó. Si abría los párpados, se vería en una amplia celda. Estaba tirada en el catre con nada más que un uwagi y unos pantalones negros. Sintió las muñecas atadas por una especie de esposas.
Lo comprendió entonces: era prisionera. Pero al menos estaba viva. Y caliente.
—¿Y de verdad teníamos que traerla aquí? Podríamos haberle rajado el cuello. Traerla a la aldea ha sido una muy mala idea. Los uzujin no han traído nada bueno desde hace un tiempo. ¿Oíste lo que hicieron en el examen?
—Idiota, ¿vas a desobedecer una orden directa de Shanise-sama?
—Shanise no es Yui-sama, Koichi.
—Shanise es la parte racional de Yui-sama. Escucha, si no fuera por ella... ¡Basta! ¿No oyes lo que cuentan que les hace a los que hablan mal de ella?
—Bah. Eres un cobarde. Yo creo que Shanise le pone muchos palos en las ruedas a Yui-sama. Bajo su mandato, esta aldea sería gloriosa.
—Te queda mucho por vivir, Yato-kun.
—Y tú eres un viejo cobarde.
—Veremos quién vive más de los dos...
Las voces mantenían una tensa discusión, por las palabras. Por el tono, una animada discusión. Eri podía oír las voces a la izquierda de su celda, pero desde su posición sólo veía una mesa y una percha con las llaves. En la mesa había una vela, que alumbraba lo justo como para que los objetos a su alrededor proyectasen sombras inquietantes.
...Eri perdió el conocimiento y entró en hipotermia.
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—Era sólo cuestión de tiempo que uno de esos uzujin intentara entrar en el país para espiarnos. —La voz de un hombre la despertó. Si abría los párpados, se vería en una amplia celda. Estaba tirada en el catre con nada más que un uwagi y unos pantalones negros. Sintió las muñecas atadas por una especie de esposas.
Lo comprendió entonces: era prisionera. Pero al menos estaba viva. Y caliente.
—¿Y de verdad teníamos que traerla aquí? Podríamos haberle rajado el cuello. Traerla a la aldea ha sido una muy mala idea. Los uzujin no han traído nada bueno desde hace un tiempo. ¿Oíste lo que hicieron en el examen?
—Idiota, ¿vas a desobedecer una orden directa de Shanise-sama?
—Shanise no es Yui-sama, Koichi.
—Shanise es la parte racional de Yui-sama. Escucha, si no fuera por ella... ¡Basta! ¿No oyes lo que cuentan que les hace a los que hablan mal de ella?
—Bah. Eres un cobarde. Yo creo que Shanise le pone muchos palos en las ruedas a Yui-sama. Bajo su mandato, esta aldea sería gloriosa.
—Te queda mucho por vivir, Yato-kun.
—Y tú eres un viejo cobarde.
—Veremos quién vive más de los dos...
Las voces mantenían una tensa discusión, por las palabras. Por el tono, una animada discusión. Eri podía oír las voces a la izquierda de su celda, pero desde su posición sólo veía una mesa y una percha con las llaves. En la mesa había una vela, que alumbraba lo justo como para que los objetos a su alrededor proyectasen sombras inquietantes.
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