5/10/2015, 00:01
Pero Kaido no parecía tener ninguna teoría en relación a la eterna lluvia que caía sobre su villa día sí y día también. Ayame no pudo evitar sonreír, hinchada como un pavo, cuando el chico-tiburón alabó la suposición que había elaborado. De hecho llegó a reírse, por primera vez en aquel encuentro, ante sus palabras.
—Bueno, yo me había imaginado algo más majestuoso para un dios. No que se pasara el día lloriqueando sobre una nube. Algo así como una técnica de suiton pero a lo grande —comentó inocentemente, extendiendo ambos brazos por encima de su cabeza, queriendo abarcar toda la aldea con ese gesto.
Ayame le sonrió con gesto complaciente. Estaba claro que ambos tendrían que pedir disculpas a la supuesta divinidad si mañana de repente dejara de llover.
—Si mañana no llueve va a ser mucho más que un mal augurio. Va a ser una declaración de ofensa de Amenokami en toda regla —le respondió, cambiando el peso del cuerpo de una pierna a otra—. ¿Acaso crees que puede existir algo, o alguien, que pudiera hacer frente a un dios? En caso de que existiera, quiero decir...
Ayame se había acercado a la orilla del lago y, distraída como estaba, le asestó una leve patada a una piedra que sobresalía en la tierra. Aquella terminó cayendo sobre el agua con una pequeña salpicadura, y las ondas se expandieron rápidas a su alrededor en una sucesión frenética antes de que las aguas volvieran a la calma.
—Bueno, yo me había imaginado algo más majestuoso para un dios. No que se pasara el día lloriqueando sobre una nube. Algo así como una técnica de suiton pero a lo grande —comentó inocentemente, extendiendo ambos brazos por encima de su cabeza, queriendo abarcar toda la aldea con ese gesto.
Ayame le sonrió con gesto complaciente. Estaba claro que ambos tendrían que pedir disculpas a la supuesta divinidad si mañana de repente dejara de llover.
—Si mañana no llueve va a ser mucho más que un mal augurio. Va a ser una declaración de ofensa de Amenokami en toda regla —le respondió, cambiando el peso del cuerpo de una pierna a otra—. ¿Acaso crees que puede existir algo, o alguien, que pudiera hacer frente a un dios? En caso de que existiera, quiero decir...
Ayame se había acercado a la orilla del lago y, distraída como estaba, le asestó una leve patada a una piedra que sobresalía en la tierra. Aquella terminó cayendo sobre el agua con una pequeña salpicadura, y las ondas se expandieron rápidas a su alrededor en una sucesión frenética antes de que las aguas volvieran a la calma.