29/11/2018, 19:07
Y con ello, los Hermanos del Desierto dejaron que el mundo onírico invadiese su mente. Un mundo que compartían desde hacía un tiempo. Un mundo en el que Shukaku era su Dios, y ellos, el divertido juguete con el que se entretenía torturando.
Como en la realidad.
Al día siguiente, cuando llegaron a las Escaleras al Cielo, repitieron el procedimiento hecho en el Valle de los Dojos. Aquel era un punto mucho más concreto en el mapa, y el Uchiha tenía la esperanza de que la raya trazada fuese por ello más precisa.
Como querían asegurarse y no cometer error alguno, los Hermanos del Desierto continuaron su viaje hacia el noroeste, parando en Notsuba para comer y dormir y alcanzando su destino al día siguiente. La Torre de Mediación, conocida por ser tan indestructible como el Árbol Sagrado.
De nuevo, era un punto muy concreto en el mapa, que les ayudaba a trazar una línea desde un punto más exacto.
—Así que aquí estás… —murmuró, cuando vio dónde se cruzaban las tres rayas: en un punto intermedio entre Shinogi-to, el Bosque de Azur y el Cementerio del Gobi.
Allí le esperaba su destino. Fuese cual fuese este.
Regresaban. Hambrientos. Sucios. Malolientes. Lo normal cuando no tienes donde lavar la ropa y tanto las mudas como las camisas no sudadas se terminan. «Ojalá fuese como en los libros. Nunca mencionan lo sucio que te puedes sentir en los épicos viajes que los protagonistas se pegan». Imaginó que porque no era glamuroso, ni atraía al lector pegarse una página entera descubriendo las penurias que uno tenía que pasar en medio del bosque cuando tenía que hacer de vientre y se le había acabado el papel higiénico.
Claro que las hojas de los árboles servían como substituto, pero… no eran lo mismo.
—¿Sabes?, he estado pensando. Sobre el principal problema que tuvimos en el Chunin. —Hacía muchos días que no sacaba el tema, pero era menester—. Falta de comunicación, hermano. Si tú me hubieses podido decir a dónde te llevaste a Ayame, hubiese respondido a esos pesados kusajines y a Shanise. Ella no hubiera tratado de matarme y… Bueno —ahora que lo repensaba detenidamente…—, seguramente lo hubiese intentado igual. Pero a lo que voy es que quizá los kusajines no se hubiesen vuelto locos y… —Un momento. ¿Yota? ¿Etsu? ¿Qué no se hubiesen vuelto locos?—. Qué digo, seguramente lo hubiesen hecho igual. Bueno, en definitiva, que durante todo este viaje he estado creando y perfeccionando un fuuinjutsu. Un fuuinjutsu que nos permita hablar entre nosotros, como si se tratase de un comunicador, pero que no se queda sin batería ni está limitada a unos cuantos kilómetros de distancia.
»¿Qué me dices? ¿Te lo pongo? Se verá el kanji de Hermandad y un pequeño número al lado. Creo que el mejor sitio es detrás de la oreja, a modo de tatuaje. O encima, así el pelo te lo tapa.
Como en la realidad.
• • •
Al día siguiente, cuando llegaron a las Escaleras al Cielo, repitieron el procedimiento hecho en el Valle de los Dojos. Aquel era un punto mucho más concreto en el mapa, y el Uchiha tenía la esperanza de que la raya trazada fuese por ello más precisa.
Como querían asegurarse y no cometer error alguno, los Hermanos del Desierto continuaron su viaje hacia el noroeste, parando en Notsuba para comer y dormir y alcanzando su destino al día siguiente. La Torre de Mediación, conocida por ser tan indestructible como el Árbol Sagrado.
De nuevo, era un punto muy concreto en el mapa, que les ayudaba a trazar una línea desde un punto más exacto.
—Así que aquí estás… —murmuró, cuando vio dónde se cruzaban las tres rayas: en un punto intermedio entre Shinogi-to, el Bosque de Azur y el Cementerio del Gobi.
Allí le esperaba su destino. Fuese cual fuese este.
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Diez días más tarde…
Regresaban. Hambrientos. Sucios. Malolientes. Lo normal cuando no tienes donde lavar la ropa y tanto las mudas como las camisas no sudadas se terminan. «Ojalá fuese como en los libros. Nunca mencionan lo sucio que te puedes sentir en los épicos viajes que los protagonistas se pegan». Imaginó que porque no era glamuroso, ni atraía al lector pegarse una página entera descubriendo las penurias que uno tenía que pasar en medio del bosque cuando tenía que hacer de vientre y se le había acabado el papel higiénico.
Claro que las hojas de los árboles servían como substituto, pero… no eran lo mismo.
—¿Sabes?, he estado pensando. Sobre el principal problema que tuvimos en el Chunin. —Hacía muchos días que no sacaba el tema, pero era menester—. Falta de comunicación, hermano. Si tú me hubieses podido decir a dónde te llevaste a Ayame, hubiese respondido a esos pesados kusajines y a Shanise. Ella no hubiera tratado de matarme y… Bueno —ahora que lo repensaba detenidamente…—, seguramente lo hubiese intentado igual. Pero a lo que voy es que quizá los kusajines no se hubiesen vuelto locos y… —Un momento. ¿Yota? ¿Etsu? ¿Qué no se hubiesen vuelto locos?—. Qué digo, seguramente lo hubiesen hecho igual. Bueno, en definitiva, que durante todo este viaje he estado creando y perfeccionando un fuuinjutsu. Un fuuinjutsu que nos permita hablar entre nosotros, como si se tratase de un comunicador, pero que no se queda sin batería ni está limitada a unos cuantos kilómetros de distancia.
»¿Qué me dices? ¿Te lo pongo? Se verá el kanji de Hermandad y un pequeño número al lado. Creo que el mejor sitio es detrás de la oreja, a modo de tatuaje. O encima, así el pelo te lo tapa.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado