10/12/2018, 21:34
Y detrás de Kōri llegaba un atónito Daruu, que se quedó tan pálido como la leche al ver a su madre allí. A la misma mujer a la que había enviado de vuelta a Amegakure en contra de su voluntad.
—¿M... mamá...?
—Oh, vamos, Daruu, ¿no esperabas que me quedase de brazos cruzados? ¡Tranquilo, que ya te he perdonado! Me desahogué con tu Kage Bunshin. ¡Oh, Kōri-kun! He traído bollitos.
El Hielo no necesitó que se lo repitiera dos veces. En completo silencio, se adentró en el camarote y se sentó en la misma cama donde estaba Kiroe. Entonces tomó la bolsa aún caliente y se regocijó al llevarse el primer bollito a la boca mientras los otros tres seguían hablando entre sí.
—¿¡Pero cómo lo has hecho!? —exclamó Daruu, casi indignado—. ¡Revisé toda mi ropa en busca de marcas!
—Lástima que no revisaras el pantalón del gran Aotsuki Zetsuo —respondió ella, con una risilla divertida.
Y el aludido se levantó de golpe como un resorte.
—¡¿C... CÓMO QUE EN MI...?! —bramó, con el rostro tan rojo como un tomate. Volvió a señalarla con un dedo, a falta de las ganas que sentía por estrangularla, a juzgar por la expresión de su cara—. ¡JODIDA PASTELERA! ¡ESTÁS ENFERMA! ¡PERVERTIDA!
—Entonces cuando lleguemos al Puerto Kasukami volveremos a contar con Inurun y Kuro-chan, ¿no es así, Kiroe-san? —intervino Kōri, clavando la mirada de sus ojos escarchados en la mujer.
—¿M... mamá...?
—Oh, vamos, Daruu, ¿no esperabas que me quedase de brazos cruzados? ¡Tranquilo, que ya te he perdonado! Me desahogué con tu Kage Bunshin. ¡Oh, Kōri-kun! He traído bollitos.
El Hielo no necesitó que se lo repitiera dos veces. En completo silencio, se adentró en el camarote y se sentó en la misma cama donde estaba Kiroe. Entonces tomó la bolsa aún caliente y se regocijó al llevarse el primer bollito a la boca mientras los otros tres seguían hablando entre sí.
—¿¡Pero cómo lo has hecho!? —exclamó Daruu, casi indignado—. ¡Revisé toda mi ropa en busca de marcas!
—Lástima que no revisaras el pantalón del gran Aotsuki Zetsuo —respondió ella, con una risilla divertida.
Y el aludido se levantó de golpe como un resorte.
—¡¿C... CÓMO QUE EN MI...?! —bramó, con el rostro tan rojo como un tomate. Volvió a señalarla con un dedo, a falta de las ganas que sentía por estrangularla, a juzgar por la expresión de su cara—. ¡JODIDA PASTELERA! ¡ESTÁS ENFERMA! ¡PERVERTIDA!
—Entonces cuando lleguemos al Puerto Kasukami volveremos a contar con Inurun y Kuro-chan, ¿no es así, Kiroe-san? —intervino Kōri, clavando la mirada de sus ojos escarchados en la mujer.