16/12/2018, 20:52
Y con aquel simple acto, Kaido selló su particular pacto.
La vida de aquel pobre chico se escapó entre los dedos del Tiburón, al mismo tiempo que el dragón que Kaido tenía dibujado en su hombro iba adquiriendo el canónico color rojo. Lo que antes parecía un tatuaje tribal de un dragón, todo en negro, ahora poseía pinceladas de sangre aquí y allá. Primero en el interior de la cola. Luego en parte de las garras. Los muslos. Las alas. El principio del cuello…
Y finalmente, cuando el corazón del chico emitió su último latido, el ojo del dragón —pues recordemos, estaba de perfil— se convirtió en un lucero de fuego y sangre.
Kaido acababa de matar a un inocente por el grupo, y con ello, había pasado a convertirse definitivamente en uno de sus integrantes. Verán, el verdadero truco que tenía Dragón Rojo para asegurarse fidelidad no era lavar el cerebro a sus miembros. Ni siquiera usaban el miedo a las represalias para ello.
No, el verdadero truco estaba en lo que hacía uno mismo. El alma, la identidad de uno y sus propios sueños acababan volviendo tarde o temprano. Pero para aquel entonces, ya estabas tan metido en la mierda, ya habías cometido tantas atrocidades, que volver a tu vida pasada era poco más que una quimera. Y entonces, te dabas cuenta, que Dragón Rojo era la única casa que te quedaba.
Así le había pasado a algún integrante del grupo. Y así, con aquel asesinato a sangre fría, había empezado a pasarle a Kaido.
El mundo creería que estaba muerto. Por un tiempo, al menos. Y cuando Umikiba Kaido se levantase de su propia tumba, se daría cuenta que, en realidad, nada había sido una artimaña para simular su defunción. Que en realidad, no había matado al chico, sino a una parte de sí mismo.
Y que con ello había empezado a cavar en su propia tumba.
La tumba de Umikiba Kaido.
La vida de aquel pobre chico se escapó entre los dedos del Tiburón, al mismo tiempo que el dragón que Kaido tenía dibujado en su hombro iba adquiriendo el canónico color rojo. Lo que antes parecía un tatuaje tribal de un dragón, todo en negro, ahora poseía pinceladas de sangre aquí y allá. Primero en el interior de la cola. Luego en parte de las garras. Los muslos. Las alas. El principio del cuello…
Y finalmente, cuando el corazón del chico emitió su último latido, el ojo del dragón —pues recordemos, estaba de perfil— se convirtió en un lucero de fuego y sangre.
Kaido acababa de matar a un inocente por el grupo, y con ello, había pasado a convertirse definitivamente en uno de sus integrantes. Verán, el verdadero truco que tenía Dragón Rojo para asegurarse fidelidad no era lavar el cerebro a sus miembros. Ni siquiera usaban el miedo a las represalias para ello.
No, el verdadero truco estaba en lo que hacía uno mismo. El alma, la identidad de uno y sus propios sueños acababan volviendo tarde o temprano. Pero para aquel entonces, ya estabas tan metido en la mierda, ya habías cometido tantas atrocidades, que volver a tu vida pasada era poco más que una quimera. Y entonces, te dabas cuenta, que Dragón Rojo era la única casa que te quedaba.
Así le había pasado a algún integrante del grupo. Y así, con aquel asesinato a sangre fría, había empezado a pasarle a Kaido.
El mundo creería que estaba muerto. Por un tiempo, al menos. Y cuando Umikiba Kaido se levantase de su propia tumba, se daría cuenta que, en realidad, nada había sido una artimaña para simular su defunción. Que en realidad, no había matado al chico, sino a una parte de sí mismo.
Y que con ello había empezado a cavar en su propia tumba.
La tumba de Umikiba Kaido.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado