17/12/2018, 22:45
Principalmente, existen dos grandes cosas que uno puedo decir para herir a alguien. Una de ellas era mentir. En eso, Datsue era un experto. Retorcías la realidad por aquí y por allá, subministrabas la justa dosis de maldad, y en nada, tenías una bomba entre las manos que rompería la coraza de hasta tipos tan profesionales como Akame. El Corazón Uzureño era ejemplo de ello, aunque había miles más.
El segundo, en cambio, parecía más sencillo a simple vista, pero en realidad era mucho más complicado de preparar —aunque, a cambio, también dolía más—. Requería conocer a la otra persona en profundidad. No solo sus puntos débiles, no solo lo que decía ser, sino sus contradicciones internas. Era, en definitiva, contarle la cruda realidad. Rajarle de arriba abajo como un cerdo en un matadero y sacarle todas y cada una de sus vísceras.
Y eso, eso era lo que había hecho Nabi.
¡Plaf! Antes de que Nabi alcanzase la puerta, la taza que segundos antes había tenido Datsue entre sus manos se estrelló contra ella, reventando en añicos. El líquido dulce y cautivador del vodka negro se derramó por el suelo. Porque sí, efectivamente, Datsue había decidido ahogar sus penas en el alcohol.
Hasta en sus pensamientos había acertado Nabi.
—¿Hacer el qué, Nabi? —dijo con voz gutural, tratando de contener un volcán a punto de estallar.
Podría parecer que estaba enfadado con Nabi, pero nada más lejos de la realidad. No, estaba enfadado consigo mismo. Porque Nabi tenía razón. En el último año, Datsue no había hecho otra cosa que quejarse. Quejarse y criticar. Y llorar. Quejarse porque no le ayudasen con el tema de Aiko. Criticar a los que pasaban del tema. Quejarse. Quejarse. Quejarse…
¿Y ahora, qué? ¿¡Y ahora, qué!? Ahora se lamía las heridas y se ahogaba en su propio vómito de auto-indulgencia.
Cuánto se odiaba.
—Soy un fraude —reconoció. A Nabi. A sí mismo—. Pero, ¿dónde está la luz, Nabi? —preguntó, implorante. Desinflado—. ¿Ir y sacar a Aiko? Lo he intentado, joder. Keisuke, el shinobi de Amegakure que me confesó que la habían sellado, murió por mi culpa. Por mi culpa, joder. Porque pensé que Daruu podría ayudarme, y lo primero que hizo fue chivarse a los superiores. Y Kaido fue directo a matarle cuando todo estalló en el Chunin. ¿No lo entiendes? Saben que voy para allá. —Era como ir directo al matadero y esperar que, por algún milagro, aquel día no se trabajase—. Y hubiese ido, oh, sí. Escúchame bien, hubiese ido. Si aquel día que Shukaku me controló, Akame hubiese aceptado mi propuesta, hubiese ido. Pero él, él eligió a la Villa por encima de mí. —Y ahora era su Hermano, y no él, quien era acusado de ser un traidor—. Y entonces, ¿qué? ¿Me cuelo en Ame solo? En el mejor de los casos escapo con vida, pero Ame declara la guerra a Uzu y Hanabi, que me prohibió hasta de decirle los buenos días a cualquier amejin, me tacha de traidor.
»¿Akame? ¿Cómo coño voy a demostrar que es inocente? Porque que no fue culpable, oh, eso no puedo probarlo ni de coña. —Él sabía muy bien que lo había sido—. ¿No lo ves, Nabi? He perdido el puto crédito. La gente me mira y espera la próxima trola que salga por mi boca. Hanabi es el único que me está dando algo de cuartel, pero, ¿lo hace por mí? ¿O por lo que llevo dentro? —preguntó, señalándose el vientre. Allí donde sabía tenía el sellado del Shukaku—. Vuelvo al mismo camino, Nabi. El único camino realista que hay para salvar a Akame, y a Aiko, es echándole un par de huevos. Tienes razón, echarle un par de huevos... y exiliarme. ¿Tú lo harías?
No activó el Sharingan para discernir la duda o la mentira. Sabía que Nabi le respondería con la verdad.
El segundo, en cambio, parecía más sencillo a simple vista, pero en realidad era mucho más complicado de preparar —aunque, a cambio, también dolía más—. Requería conocer a la otra persona en profundidad. No solo sus puntos débiles, no solo lo que decía ser, sino sus contradicciones internas. Era, en definitiva, contarle la cruda realidad. Rajarle de arriba abajo como un cerdo en un matadero y sacarle todas y cada una de sus vísceras.
Y eso, eso era lo que había hecho Nabi.
¡Plaf! Antes de que Nabi alcanzase la puerta, la taza que segundos antes había tenido Datsue entre sus manos se estrelló contra ella, reventando en añicos. El líquido dulce y cautivador del vodka negro se derramó por el suelo. Porque sí, efectivamente, Datsue había decidido ahogar sus penas en el alcohol.
Hasta en sus pensamientos había acertado Nabi.
—¿Hacer el qué, Nabi? —dijo con voz gutural, tratando de contener un volcán a punto de estallar.
Podría parecer que estaba enfadado con Nabi, pero nada más lejos de la realidad. No, estaba enfadado consigo mismo. Porque Nabi tenía razón. En el último año, Datsue no había hecho otra cosa que quejarse. Quejarse y criticar. Y llorar. Quejarse porque no le ayudasen con el tema de Aiko. Criticar a los que pasaban del tema. Quejarse. Quejarse. Quejarse…
¿Y ahora, qué? ¿¡Y ahora, qué!? Ahora se lamía las heridas y se ahogaba en su propio vómito de auto-indulgencia.
Cuánto se odiaba.
—Soy un fraude —reconoció. A Nabi. A sí mismo—. Pero, ¿dónde está la luz, Nabi? —preguntó, implorante. Desinflado—. ¿Ir y sacar a Aiko? Lo he intentado, joder. Keisuke, el shinobi de Amegakure que me confesó que la habían sellado, murió por mi culpa. Por mi culpa, joder. Porque pensé que Daruu podría ayudarme, y lo primero que hizo fue chivarse a los superiores. Y Kaido fue directo a matarle cuando todo estalló en el Chunin. ¿No lo entiendes? Saben que voy para allá. —Era como ir directo al matadero y esperar que, por algún milagro, aquel día no se trabajase—. Y hubiese ido, oh, sí. Escúchame bien, hubiese ido. Si aquel día que Shukaku me controló, Akame hubiese aceptado mi propuesta, hubiese ido. Pero él, él eligió a la Villa por encima de mí. —Y ahora era su Hermano, y no él, quien era acusado de ser un traidor—. Y entonces, ¿qué? ¿Me cuelo en Ame solo? En el mejor de los casos escapo con vida, pero Ame declara la guerra a Uzu y Hanabi, que me prohibió hasta de decirle los buenos días a cualquier amejin, me tacha de traidor.
»¿Akame? ¿Cómo coño voy a demostrar que es inocente? Porque que no fue culpable, oh, eso no puedo probarlo ni de coña. —Él sabía muy bien que lo había sido—. ¿No lo ves, Nabi? He perdido el puto crédito. La gente me mira y espera la próxima trola que salga por mi boca. Hanabi es el único que me está dando algo de cuartel, pero, ¿lo hace por mí? ¿O por lo que llevo dentro? —preguntó, señalándose el vientre. Allí donde sabía tenía el sellado del Shukaku—. Vuelvo al mismo camino, Nabi. El único camino realista que hay para salvar a Akame, y a Aiko, es echándole un par de huevos. Tienes razón, echarle un par de huevos... y exiliarme. ¿Tú lo harías?
No activó el Sharingan para discernir la duda o la mentira. Sabía que Nabi le respondería con la verdad.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado