9/10/2015, 02:14
Riko mostró su decepción al enterarse que Satoru no sabía nada. Pero rápidamente el ojiazul mostró una actitud provocativa hacia los que participaban en el evento principal de la taberna, al cual se unían más y más personas. Hasta hubo un momento en el que las cosas se empezaron a ir hacia otro extremo y el hombre que se sentaba al lado de Satoru fue acudir en auxilio al veinteañero.
Satoru borró la sonrisa de su rostro. La situación no le gustaba para nada. Era la primera vez en su vida que se sentía totalmente inseguro de sí mismo. Volvió a quedarse boquiabierto y a apretar los puños. Mas Riko no lo notaría, pues este había centrado su atención en la insignia Ninja de Takigakure que orgullosamente Satoru llevaba en su frente. Además presentó su desconcierto al desconocer la procedencia del extraño grabado de la bandana. Pero antes de que el inexperimentado ermitaño pudiera responder, Riko mostró su cintura, donde se podía ver una bandana de una aldea ajena a la de Satoru.
No lo pudo evitar, el miedo lo consumió y se quedó helado. ¿Era un ninja de otra aldea? ¿A caso tenía otras intenciones cuando se le acercó a hablar? Y la cosa no terminaba ahí, siquiera termino de hablar, el extraño ninja se dio vuelta, lo cual asustó aún más a Satoru, e hizo notar su descontento con el ruido que ocasionaba la pelea. También sugirió que vayan a discutir a un lugar donde no lo perturben.
Cuando su grito cesó, el silencio colmó la sala. Satoru debía admitir que nunca había escuchado a alguien elevar tanto la voz además de sus antiguos compañeros. Y si eso hubiese sido poco, la cosa no se había acabado. Sin inmutarse se acercó a la barra y pidió algo de comer.
La mente de Satoru se podía comparar con un cielo pintado de fuegos artificiales o la avenida central de su aldea en la hora pico. Nada y todo estaba pasando en su cabeza. No sabía que hacer, nunca le había pasado algo como eso. Mas su confusión no dudaría mucho, pues tragó saliva y pensó.
— Esto es lo que buscabas cuando saliste de ese seco bosque. Si no lo querías, te hubieras quedado ahí, sin saber porque sentías ese incomodo sentimiento. — Se dijo a sí mismo, como si estuviera dialogando con otra persona.
Satoru se dio vuelta hacia Riko. Lo miró y sin pensarlo dos veces, se le acercó y empezó a hablar.
— ¿Es acaso que estas loco? ¿A caso no sentís miedo? Perdón que use un lenguaje tan brusco, no busco ofenderte, pero es de la seguridad de tu vida de la que estamos hablando. Esos hombres estaban dispuestos a matarse uno al otro y tú, sin más, ¿quieres detenerlos cuando sus seres queridos no pudieron? Yo te recomiendo que sal... — Una mano se apoyó en el hombro de Satoru. El mismo levantó la vista y recibió un puñetazo en la nariz.
— ¡¿A quién le vienes ha decir que hacer tú maldito mocoso?! — Le dijo al vulnerable Satoru, quien estaba apoyado contra la barra y con hilos de sangre saliendo de su nariz, el viejo que aparentemente había derrotado al joven veinteañero. El supuesto Kuro estaba tirado en el piso, con todo su rostro ensangrentado. A su lado, desconsolada, lloraba la chica responsable de todo.
— ¿Se confundió de persona? ¿Es por eso que me ataca? — Aparentemente el viejo malinterpretó las cosas, pues ahogado en furia y cólera no había lugar para la razón en su cabeza.
Satoru borró la sonrisa de su rostro. La situación no le gustaba para nada. Era la primera vez en su vida que se sentía totalmente inseguro de sí mismo. Volvió a quedarse boquiabierto y a apretar los puños. Mas Riko no lo notaría, pues este había centrado su atención en la insignia Ninja de Takigakure que orgullosamente Satoru llevaba en su frente. Además presentó su desconcierto al desconocer la procedencia del extraño grabado de la bandana. Pero antes de que el inexperimentado ermitaño pudiera responder, Riko mostró su cintura, donde se podía ver una bandana de una aldea ajena a la de Satoru.
No lo pudo evitar, el miedo lo consumió y se quedó helado. ¿Era un ninja de otra aldea? ¿A caso tenía otras intenciones cuando se le acercó a hablar? Y la cosa no terminaba ahí, siquiera termino de hablar, el extraño ninja se dio vuelta, lo cual asustó aún más a Satoru, e hizo notar su descontento con el ruido que ocasionaba la pelea. También sugirió que vayan a discutir a un lugar donde no lo perturben.
Cuando su grito cesó, el silencio colmó la sala. Satoru debía admitir que nunca había escuchado a alguien elevar tanto la voz además de sus antiguos compañeros. Y si eso hubiese sido poco, la cosa no se había acabado. Sin inmutarse se acercó a la barra y pidió algo de comer.
La mente de Satoru se podía comparar con un cielo pintado de fuegos artificiales o la avenida central de su aldea en la hora pico. Nada y todo estaba pasando en su cabeza. No sabía que hacer, nunca le había pasado algo como eso. Mas su confusión no dudaría mucho, pues tragó saliva y pensó.
— Esto es lo que buscabas cuando saliste de ese seco bosque. Si no lo querías, te hubieras quedado ahí, sin saber porque sentías ese incomodo sentimiento. — Se dijo a sí mismo, como si estuviera dialogando con otra persona.
Satoru se dio vuelta hacia Riko. Lo miró y sin pensarlo dos veces, se le acercó y empezó a hablar.
— ¿Es acaso que estas loco? ¿A caso no sentís miedo? Perdón que use un lenguaje tan brusco, no busco ofenderte, pero es de la seguridad de tu vida de la que estamos hablando. Esos hombres estaban dispuestos a matarse uno al otro y tú, sin más, ¿quieres detenerlos cuando sus seres queridos no pudieron? Yo te recomiendo que sal... — Una mano se apoyó en el hombro de Satoru. El mismo levantó la vista y recibió un puñetazo en la nariz.
— ¡¿A quién le vienes ha decir que hacer tú maldito mocoso?! — Le dijo al vulnerable Satoru, quien estaba apoyado contra la barra y con hilos de sangre saliendo de su nariz, el viejo que aparentemente había derrotado al joven veinteañero. El supuesto Kuro estaba tirado en el piso, con todo su rostro ensangrentado. A su lado, desconsolada, lloraba la chica responsable de todo.
— ¿Se confundió de persona? ¿Es por eso que me ataca? — Aparentemente el viejo malinterpretó las cosas, pues ahogado en furia y cólera no había lugar para la razón en su cabeza.