Los lios de Datsue, volumen XVIII

[Uchiha Datsue]

Datsue miró a Nabi con sorpresa.

—¿Qué si tiene… límite? —Su rostro era pura incomprensión. ¿Se lo preguntaba en serio? Desactivó el sello para que Juro no escuchase—. Nabi, me estás preguntando en serio, a mí —Juro empezó a hablar al mismo tiempo—, que maté a un Kage a la edad trece años —se levantó—; a mí, que sellé la bijuudama de Kokuo con un ojo; a mí, capaz de invocar al dios Susano’o; a mí, ¡capaz de invocar a un shinigami! —y, hablando del Dios de la Muerte—; ¡a mí, a quien Izanami le tiene tanto miedo que no le permitiría morir solo para no tener que vérselas conmigo en el Yomi…! Si una cosa tan minúscula, tan sencilla, como es que podamos hablar de una punta a otra de Oonindo como si estuviésemos al lado, ¿tiene límite?

Activó el sello de nuevo.

—¡Pues claro que no tiene límite, joder! —exclamó, visiblemente ofendido—. Pero no introduciría en esta red de comunicación a nadie sin el permiso y consentimiento de Juro —agregó, dejando la pelota en el tejado del kusajin—. Además, si nos conectamos muchos a la misma red, todos oiríamos lo que dice uno. Puede llegar a ser bastante caótico. —Y más conociendo a Nabi—. Hace falta una mente privilegiada para poder elegir a quién hablarle y a quién no con este sellado —Y no creía que Nabi… Carraspeó—. Carnicería intencionada es seguramente lo que van a hacer para hacernos salir, Juro. Pero haces bien, haces bien.