19/01/2019, 19:10
No tardaron en abrir la puerta, descubriendo al señor Kajiya con camisa negra y mandil, que los invitó a entrar de nuevo al mismo sitio donde momentos antes los había recibido, preguntando sobre qué habían encontrado en su búsqueda bajo un matojo de nervios mal disimulado.
— ¿Y bien? ¿Qué habéis encontrado?
Eri tragó grueso, miró a Nabi con precaución e intentó no escuchar la conversación que mantenían dos féminas detrás de aquel lugar.
— Mi mujer está intentando explicárselo a mi hija, se niega a creer que... Bueno, nada de esto en general.
—Lo entendemos, Kajiya-san —comenzó Eri, luego levantó la mano hacia la mesa y formuló un sello para sacar el cuerpo inerte del hombre que habían hallado muerto—. Sentimos mucho esto, señor, lo encontramos tirado en un callejón bastante alejado de aquí, despojado de todo lo que pudiera llevar —explicó, cabizbaja—. Puede que lleve días así, y probablemente el arma que acabó con su vida fue el hacha que estamos buscando, así que ahora nos dispondremos a recuperarla cueste lo que cueste —informó—. Pero antes de marcharnos pensamos que ustedes merecían darle un adiós digno.
Hizo una breve pausa, acercándose a Nabi.
—Sentimos mucho la pérdida, señor —e hizo una pequeña inclinación de cabeza.
— ¿Y bien? ¿Qué habéis encontrado?
Eri tragó grueso, miró a Nabi con precaución e intentó no escuchar la conversación que mantenían dos féminas detrás de aquel lugar.
— Mi mujer está intentando explicárselo a mi hija, se niega a creer que... Bueno, nada de esto en general.
—Lo entendemos, Kajiya-san —comenzó Eri, luego levantó la mano hacia la mesa y formuló un sello para sacar el cuerpo inerte del hombre que habían hallado muerto—. Sentimos mucho esto, señor, lo encontramos tirado en un callejón bastante alejado de aquí, despojado de todo lo que pudiera llevar —explicó, cabizbaja—. Puede que lleve días así, y probablemente el arma que acabó con su vida fue el hacha que estamos buscando, así que ahora nos dispondremos a recuperarla cueste lo que cueste —informó—. Pero antes de marcharnos pensamos que ustedes merecían darle un adiós digno.
Hizo una breve pausa, acercándose a Nabi.
—Sentimos mucho la pérdida, señor —e hizo una pequeña inclinación de cabeza.