20/01/2019, 21:58
Yui miró a Kenzou. Yui miró a Hanabi. Yui miró a Kenzou. A Hanabi. A Shanise.
Yui bajó el pié de la mesa.
—¡BAH! Bah. —Se dio la vuelta y puso marcha camino al bosque—. ¡Shanise! Completa autoridad. Estaré en el templo de Amenokami... tranquilizándome. Si no vuelvo antes de que acabe la reunión, búscame allí.
»Señores... excúsenme. —Y su grandiosa silueta desapareció tras los troncos de Hokutoumori.
—Ais... —Shanise suspiró y enterró el entrecejo entre el pulgar y el índice de la mano izquierda, pellizcandolo con paciencia. Por una parte, agradecía que Yuyu se marchase. Era una líder fuerte y carismática que sabía hacerse respetar, levantar terrores y pasiones. Pero en cuanto a las relaciones exteriores, era una total negada, y hasta ella tenía que saberlo. De lo contrario, no le dejaría medrar en su nombre con tanta libertad.
No era la primera vez que sucedía, por supuesto. Pero Yui estaba mucho más susceptible desde lo sucedido en el examen de chuunin. Y aún más desde que revirtieron el sello de Ayame. Quizás eso podría decirse de los tres. Aunque... Miró a Kenzou. No. Nunca se podía estar seguro con él. Parecía la mar de tranquilo, como si estuviera... disfrutando.
Por otra parte, la marcha de Yui era un problema para ella. Como Amegakure tuviera que hacer alguna concesión más, a la vuelta, sería ella quien cargaría con toda la ira de Yuyu. Por supuesto que podía con ella, porque la Arashikage tenía unas... debilidades especiales con Shanise. Pero era un trago que no quería pasar.
Si había turbulencias en las olas, un buen capitán no sacaba el barco del puerto.
—Ahem. Bueno... estoy de acuerdo con Hanabi. ¿Una sanción económica, quizás? Y... sería mejor que llevásemos un orden de temas a tratar. Primero, déjenme contarles... Vamos, Taro-senpai. Sácalo. —El ANBU, que seguía con la mirada perdida en aquél punto del bosque donde Yui había desaparecido, dio un respingo, e imitando el gesto de su homónima de Kusagakure, sacó un pergamino y lo desplegó encima de la mesa. Con un sello, el ANBU reveló lo que parecía ser un aparato rectangular con una multitud de botones. Unido a un cable se encotraba una pieza alargada que enganchaba en la base—. Hasta ahora... verán. No sé si han visto uno de estos antes. En Amegakure los tenemos desde hace unos años... le llamamos teléfono. Con él, marcas un identificador numérico y puedes... hablar con alguien a distancia.
»Lo que ofrecemos es exportar esta tecnología, como ya hemos hecho otras veces, a Uzushiogakure y Kusagakure. Para todos los usos. Pero además, la construcción de una línea directa bajo tierra, secreta. Entre los despachos oficiales de los Tres Kage. Con esto... por supuesto, puede que hubiera un retraso en la llamada de un segundo o dos. Pero... sería un gran avance, ¿no creen? —Shanise sonrió—. Lo siguiente que les mostraré es el Fuuinjutsu del que hablé al principio de la reunión, pero antes quizás estaría bien que discutiéramos ese par de cláusulas que sugiere Hanabi.
Yui bajó el pié de la mesa.
—¡BAH! Bah. —Se dio la vuelta y puso marcha camino al bosque—. ¡Shanise! Completa autoridad. Estaré en el templo de Amenokami... tranquilizándome. Si no vuelvo antes de que acabe la reunión, búscame allí.
»Señores... excúsenme. —Y su grandiosa silueta desapareció tras los troncos de Hokutoumori.
—Ais... —Shanise suspiró y enterró el entrecejo entre el pulgar y el índice de la mano izquierda, pellizcandolo con paciencia. Por una parte, agradecía que Yuyu se marchase. Era una líder fuerte y carismática que sabía hacerse respetar, levantar terrores y pasiones. Pero en cuanto a las relaciones exteriores, era una total negada, y hasta ella tenía que saberlo. De lo contrario, no le dejaría medrar en su nombre con tanta libertad.
No era la primera vez que sucedía, por supuesto. Pero Yui estaba mucho más susceptible desde lo sucedido en el examen de chuunin. Y aún más desde que revirtieron el sello de Ayame. Quizás eso podría decirse de los tres. Aunque... Miró a Kenzou. No. Nunca se podía estar seguro con él. Parecía la mar de tranquilo, como si estuviera... disfrutando.
Por otra parte, la marcha de Yui era un problema para ella. Como Amegakure tuviera que hacer alguna concesión más, a la vuelta, sería ella quien cargaría con toda la ira de Yuyu. Por supuesto que podía con ella, porque la Arashikage tenía unas... debilidades especiales con Shanise. Pero era un trago que no quería pasar.
Si había turbulencias en las olas, un buen capitán no sacaba el barco del puerto.
—Ahem. Bueno... estoy de acuerdo con Hanabi. ¿Una sanción económica, quizás? Y... sería mejor que llevásemos un orden de temas a tratar. Primero, déjenme contarles... Vamos, Taro-senpai. Sácalo. —El ANBU, que seguía con la mirada perdida en aquél punto del bosque donde Yui había desaparecido, dio un respingo, e imitando el gesto de su homónima de Kusagakure, sacó un pergamino y lo desplegó encima de la mesa. Con un sello, el ANBU reveló lo que parecía ser un aparato rectangular con una multitud de botones. Unido a un cable se encotraba una pieza alargada que enganchaba en la base—. Hasta ahora... verán. No sé si han visto uno de estos antes. En Amegakure los tenemos desde hace unos años... le llamamos teléfono. Con él, marcas un identificador numérico y puedes... hablar con alguien a distancia.
»Lo que ofrecemos es exportar esta tecnología, como ya hemos hecho otras veces, a Uzushiogakure y Kusagakure. Para todos los usos. Pero además, la construcción de una línea directa bajo tierra, secreta. Entre los despachos oficiales de los Tres Kage. Con esto... por supuesto, puede que hubiera un retraso en la llamada de un segundo o dos. Pero... sería un gran avance, ¿no creen? —Shanise sonrió—. Lo siguiente que les mostraré es el Fuuinjutsu del que hablé al principio de la reunión, pero antes quizás estaría bien que discutiéramos ese par de cláusulas que sugiere Hanabi.